lunes, 27 de diciembre de 2010

Nuestros chopos cabeceros


El chopo cabecero esta presente en las cuencas del Cámaras, del Aguas Vivas, Alfambra, Martín, Pancrudo, Alto Jiloca, y Guadalope.
La plantación del chopo negro surge ante la necesidad de abastecimiento de madera en zonas donde escaseaban los bosques de pinares. Este chopo al ser descabezado a cierta altura, emite ramas que servirán para abastecer de vigas para la construcción de edificaciones y también para leña. Los sucesivos cortes que se realizaban aproximadamente cada 12 a 15 años dieron lugar al engrosamiento del tronco que le dio el nombre de chopo cabecero.
En la mayoría de las casas de Azuara las vigas de madera (maderos) proceden de los chopos cabeceros que se han cultivado a lo largo de la ribera del Cámaras durante varios siglos, solamente en muy pocas casas se utilizo el pino para las vigas procedente de otros lugares.
Desde el Mojón hasta La Noria hay 8 km de ribera poblada con estos chopos que además servían de protección a las huertas frente a las avenidas de agua del río. En la actualidad quedan 283 chopos cabeceros centenarios, siendo Azuara una de las mayores reservas además de contener los más monumentales. En el tramo que va de Santa Maria al Mojón es donde se da la mayor concentración y con los chopos mas grandes y mejor conservados de toda la ribera. Hay algunos que destacan por su grosor de 2 a 3 metros de diámetro por 5 y 8 metros de perímetro, hay uno excepcional a 1,5 km del pueblo a la orilla de la carretera en dirección a Letux que tiene 2,7 de diámetro por 17,5 de perímetro, y no nos quepa la menor duda de que algunos pueden haber alcanzado la edad de 300 años. A la sombra de estos árboles centenarios han pasado miles de veces los hortelanos, las parejas de novios, cuadrillas de mozos y mozas, la zagaleria que ha jugado alrededor de ellos y siempre visitados durante el otoño por los buscadores de setas. Al aproximarnos a estos chopos tenemos ante nosotros unos árboles singulares enormes, con grandes oquedades y una gruesa y agrietada corteza, son viejos árboles a los que tenemos que cuidar con cariño para que vivan muchos años más. Estos seres vegetales pertenecen al patrimonio de Azuara, ya sea aislados o agrupados formando arboledas, tienen mucho valor medioambiental, paisajístico, cultural y sentimental. La ribera del Cámaras con los chopos cabeceros tiene una identidad propia, son los últimos restos de vegetación ribereña que nos queda, apenas existe otra vegetación de cierta importancia, son los únicos árboles del entorno. ¿Alguien se ha imaginado el río de nuestro pueblo sin los chopos cabeceros?



Algunos párrafos extraídos del “ Manifiesto por la conservación del chopo cabecero”: “El chopo cabecero es además el asiento de una sorprendente biodiversidad. En la base del tronco no faltan musgos si el ambiente es húmedo; en las ramas y cabezas se instalan líquenes epífitos que colorean en verdes y amarillos sus cortezas; de los huecos de los árboles debilitados crecen setas de chopo y panes de cuco; algunos troncos rezuman un líquido sobre el que crecen clorofíceas, diatomeas y otras algas que, a su vez, son consumidas por protozoos, nematodos y larvas de insectos, auténticas cadenas alimentarias. En las hojas, raíces, tallos y tronco toda una pléyade de insectos transforma la biomasa vegetal y participan en una compleja red trófica en la que intervienen, en especial, una amplia gama de aves insectívoras. Algunos animales muy vinculados a estos árboles son escasos (pico menor) o están incluidos en catálogos de especies protegidas (ciervo volante). En otros casos, su valor ecológico estriba en que representan el refugio o el lugar de cría a especies que se desenvuelven mayormente en medios abiertos, en los que no encuentran condiciones adecuadas. Es un ecosistema de frontera, de enorme valor, de múltiple interrelación con el río, la huerta, los amplios secanos y pastizales contiguos”.

“Los chopos cabeceros determinan el funcionamiento de los ecosistemas riparios en numerosos tramos del río, modificando las condiciones microclimáticas, edáficas e hidrológicas, y condicionando y enriqueciendo la composición de las comunidades biológicas”.

“Las choperas de cabeceros presentan rasgos propios de los bosques de ribera maduros albergando numerosos árboles vivos muy longevos, de grandes dimensiones y con abundancia de huecos internos, así como una gran cantidad de madera muerta. Estas arboledas mantienen una gran continuidad temporal y espacial en nuestra ribera. La concentración de árboles con estas características es muy difícil de hallar en las actuales riberas de la península Ibérica”.

“Estos añosos álamos descabezados obtenidos por el cuidado de generaciones conforman un patrimonio único con valor suficiente para la declaración de varios tramos de ríos aragoneses como “Parque Cultural” por el Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón lo que supondría una puesta en valor y un impulso socioeconómico en el medio rural”.

Del manifiesto leído en Aguilar del Alfambra el 24-10-2009 durante la 1ª Fiesta del Chopo Cabecero.



El envejecimiento de los chopos cabeceros se ve agravado en las últimas décadas por las condiciones de sequía y la sobreexplotación de las aguas superficiales y subterráneas a veces producida a decenas de kilómetros que han provocado el descenso del nivel freático reduciendo seriamente la disponibilidad de agua para las raíces los chopos.

No sabemos cuantas décadas más sobrevivirán los cabeceros de Azuara, muchos han muerto y otros están muy debilitados por su longevidad. Sabemos que actividad económica del pasado en torno a estos árboles ya no se va a repetir y el día que desaparezcan, si no se pone remedio, la ribera quedara desnuda con escasa vegetación, junqueras, hierbas y zarzales.

Actualmente realizar talas en estos árboles significa un riesgo, en muchos casos el árbol rebrota de forma vigorosa pero puede acabar muriendo a los pocos años.Hagamos lo posible porque se prolongue la vida de estos chopos cabeceros y que nosotros podamos seguir disfrutándolos.

Animo a los vecin@s a que paseen por la ribera del Cámaras y visiten a estos viejos y monumentales árboles, observarlos detenidamente desde el suelo hasta las copas, mirad el interior de sus oquedades, abrazaos a ellos e imaginaros toda la historia que ha pasado en este lugar a lo largo de la vida de estos chopos.


Jose Román Roche Nebra

http://www.xiloca.com/espacio/?p=2125

“El chopo cabecero en el sur de Aragón la identidad de un paisaje”.

www.xiloca.com/data/Bases%20datos/Patolvidado/6252.pdf

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Domingo Royo, veterinario del siglo XVIII, ilustre azuarino olvidado

Se desconoce por el momento la fecha de nacimiento de Domingo Royo en Azuara. Se sabe que ejerció como veterinario en La Almunia de Doña Godina, (Zaragoza). Su obra " Llave de Albeyteria" supone un hito importante en la veterinaria y la biología españolas. En este libro, Royo sintetiza una extensa experiencia profesional y habla por primera vez en España de las transfusiones entre animales, aplicando los descubrimientos de William Harvey.
William Harvey describió correctamente en 1616 la circulación de la sangre y sus propiedades, apoyándose probablemente en las ideas de Miguel Servet, René Decartes, y en trabajos de medicina musulmana antigua, en especial los del médico árabe del S. XIII Ibn Nafis. Cabe decir que Miguel Servet describió la circulación pulmonar mucho antes, y publicó en 1553 sus conclusiones en el libro V de su obra "Christianismi restitutio". Por dicusiones teológicas, sobre todo con Calvino, fué declarado hereje y condenados él y su obra a la hoguera por la Inquisición. Si bien tres ejemplares pudieron salvarse, solo fueron descubiertos décadas mas tarde y no alcanzaron difusión antes de que Harvey publicase su obra en 1628 su «Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus», (un estudio anatómico sobre la moción del corazón y de la sangre de los animales) .
En Francia se practicaron ya asiduamente transfusiones en aquella época y si Royo no consiguió culminar esta operación en España no sería por falta de conocimientos sino por falta de medios. En la página 428 de "Llave de albeyteria" dice: "Ya te acuerdas, que te prometí en el prólogo el tratar en esta segunda Parte de el Arte de la Albeyteria infusoria, o Clismática nova, y transfusión de sangre de un animal a otro, y aunque del todo no la tengo experimentada, no por falta de voluntad, sino por falta de medios, y hallarme solo en un partido...."
A partir de estas palabras, el investigador Vicente Martínez Tejero, interpreta que Royo realizó transfusiones pero no obtuvo resultados positivos, al menos no antes de la publicación de su libro, que incluye una lámina descriptiva del procedimiento a seguir en una transfusión.

Actualmente podemos consultar la obra de este ilustre azuarino gratuítamente en Internet, digitalizada por Google Books a partir de uno de los originales, que se conserva en la Universidad Complutense de Madrid. Su título completo es "Llave de Albeytería. Primera y Segunda parte. En que se trata de todos los principios así antiguos, como modernos de la Facultad, declarando muchos phenómenos y arcanos, que nuestros Authores no los alcançaron, deseando con ello hazer un albéytar consumado"
Su primera parte, titulada "De los principios de la Albeyteria" está planteada como diálogo entre discípulo que pregunta y maestro que responde. En la segunda parte describe procedimientos prácticos, entre ellos el citado de las transfusiones. Se publicó en Zaragoza en 1734, la primera parte en la imprenta de Francisco Revilla y la segunda en la de Joseph Fort. Royo escribió la obra entre 1715 y 1717.



Clemente Calvo.
1 de noviembre de 2009.



Nota: agradezco a mi colega el farmacéutico Vicente Martínez Tejero la lectura del artículo y las matizaciones que desde su mejor conocimiento de la figura de Domingo Royo me ha comunicado.
BIBLIOGRAFÍA:
- Gran Enciclopedia Aragonesa, Voz "Royo, Domingo".
- Martínez Tejero, Vicente. "Piedras, fósiles, plantas, insectos, peces, pájaros ... naturalistas aragoneses". Editorial: Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 2005.
- Royo, Domingo. "Llave de Albeyteria", Zaragoza, 1734.
- Sanz Egaña, C.: Historia de la Veterinaria española; Madrid, Espasa-Calpe, 1941.
- Historia General de la Veterinaria en España, artículo XI, publicado en el Boletín de la Sociedad Veterinaria de Socorros Mutuos. Nº 43. Madrid 1846.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Nos agradan estas imágenes?




Las basuras a punto de invadir la carretera.




La basura esparcida, detrás de la nevera.


Viejo colchón en la chopera al lado del pabellón.


Montón de vasos en la maleza detrás del pabellón.

La galería de imágenes puede ser mucho más extensa. Como una imagen
vale más que mil palabras, sobran comentarios.

Jose Román Roche Nebra

viernes, 29 de octubre de 2010

Apellido Azuara.


El día 16 de agosto de 2010, Fernado Parra Azuara, desde Mexico, se dirigía al foro de Azuara solicitando información acerca del origen de su apellido. Estas fueron sus palabras:

“Me es muy grato poder comunicarme con esta agrupación que tiene que ver con la población de Azuara, en Zaragoza España, ya que se sabe que salieron dos hermanitos de allá, Azuara, Z. España, en 1850 y llegaron por el Golfo de Mexico a un hermoso lugar llamado “La Huasteca” al norte de Veracruz en la Rep. Mexicana donde se establecieron, parece ser que uno se llamaba Rafael Azuara y del otro no se sabe. Rafael al casarse con una princesa india Cheroke dio origen a una nueva familia Azuara, de la que me es muy honroso ser descendiente.
De este modo nace mi interés por esta bella y llena de historia población de Azuara y suponer que de ahí salieron estos dos Marinos, por coincidir mi apellido materno con el nombre de esta provincia de la Madre Patria.
Por lo tanto les pido de la manera más atenta y llena de esperanza me contesten, su organización, esta pregunta ¿Viven en Azuara Zaragoza España, personas que como el que escribe se apellidan Azuara?. De ser posible les agradecería su respuesta personalizada, para poder comunicarme y remitir mis escritos con la certeza de que alguien los va a recibir.
Al amable lector le envío mi agradecimiento desde estas tierras, impulsado por mi sangre Azuarina que desea conocer al origen paterno de su familia que desde hace 160 años se perdió la pista, porque los dos hermanitos españoles Marinos, nunca jamás regresaron”.
Estimado Fernando Parra Azuara: no se, si Usted volverá a conectarse con nosotros a través de este medio, pero aquí dejo una información resumida de la época en la que por primera vez aparece el apellido Azuara.

Aragón a finales del siglo XV sufre un momento económico complicado, las cosechas han sido agostadas por la langosta y Zaragoza ha sido diezmada por la peste.
El Rey Fernando ordena realizar un censo de población de Aragón el año 1495, para conocer el número de súbditos, con el fin de establecer impuestos que permitan mantener económicamente una posible guerra contra Carlos III de Francia. El censo de población se realiza en Azuara el día 8 de marzo de 1496, y en el listado figuran 131 personas pertenecientes a los 131 fuegos (casas). Considerando que cada casa podía contener 4 o 5 personas la población de Azuara ese año podía estar entre 524 y 655 personas. Entre los nombres de los 131 vecinos aparecen Jhoan d'Azuara y Pedro Azuara. (Datos obtenidos de un artículo realizado por Jesús Fleta Zaragozano publicado en “El Piquete” Nº 24 y 25).

Parece claro que partir del año 1496, no sabemos cuando, estos azuarinos que tomaron por apellido el nombre de su pueblo, emigraron a otras provincias españolas y otros descendientes llegaron también a Mexico.


Jose Román Roche Nebra

lunes, 4 de octubre de 2010

Lugares de Azuara: Acequia Ancha, Matadero y Fuente Baja.


La Acequia Ancha desaparece bajo el hormigón.

La Acequia Ancha cuya finalidad es la conducción de las aguas para el riego, también tuvo otros usos como fregar la vajilla y lavar ropa, un tramo de aproximadamente 40 metros frente a la Calle Peligro y actual Centro de Salud era el lugar preferido para estos fines por las mujeres de Azuara. La acequia, muy adecuada por el buen caudal de agua que siempre ha bajado y por su cercanía a las casas, siempre estaba llena de mujeres realizando dichas tareas, el espacio muy solicitado se quedaba pequeño y ello obligaba a utilizar otras acequias. Evidentemente eran tiempos en los que no existía el agua corriente en las casas.
Esta acequia como sabemos viene por detrás del parque, cruza bajo la calle y continua tapada con hormigón reapareciendo tras la Fuente Baja. Fue un error haber cubierto de hormigón estos 40 metros de acequia, así, ha desaparecido otro lugar típico del pueblo. Hay muchos pueblos turísticos en España con tramos de agua canalizada al descubierto que pasan por el centro de las poblaciones, pasear por la calle y ver pasar el agua cristalina tiene su valor, tiene mucho valor, aunque aquí no se le de. Imaginaros si además de la acequia al descubierto hubiera hoy una estatua de una mujer lavando, en homenaje a las mujeres azuarinas. Por “suerte” dicha acequia reaparece al aire más abajo y arreglada, como debe ser.


La acequia ancha reaparece tras la Fuente Baja.

El Matadero.
El Matadero se construyo en un lugar donde se podía hacer uso del agua y la acequia ancha le daba ese servicio, pasaba el agua corriente canalizada por los dos lados de la sala central del matadero y se le daba salida a una acequia que pasaba al lado de la fuente. Antiguamente se mataban los tocinos en las casas particulares y en el matadero, hasta que se obligo a realizar dicha labor solamente en el edificio municipal, se llegaban a matar alrededor de 300 tocinos al año durante los meses de diciembre a marzo.
El matadero disponía de varias estancias: el pequeño corral de ingreso de tocinos con varias chozas, sala grande de matar y de despiece, otra sala donde había instaladas dos calderas para calentar agua y otra pequeña sala donde también mataban corderos. El día comenzaba en el matadero con unas botellas de anís y pastas que ponían los dueños del primer tocino que se mataba al punto de la mañana y el trabajo y la fiesta continuaban en las casas.
Hay que agradecer al alcalde haber conservado el edificio actualmente dedicado a “Taller de Mosaicos”, aunque habría que instalar un tablero informando del uso anterior para que no se pierda la memoria del origen que tuvo este edificio. Lamentablemente el mismo alcalde le adoso a este singular edificio un trasformador eléctrico que destroza el paisaje de esa plaza.


Matadero y Plaza de la Fuente Baja.

La Fuente Baja.
La Fuente Baja, a la que también se le podría llamar fuente escondida, se le puso nombre muy adecuado porque esta en la parte mas baja del pueblo y además honda. Tiene acceso por dos bajadas escalonadas, y dispone de seis caños de agua. Esta fuente era visitada sobre todo por las vecinas del Barrio Bajo, también bebíamos agua todos los niños de las escuelas a la hora del recreo porque se hallaba cerca de las escuelas públicas, y en los tiempos de consumo escolar de leche en polvo todos los días se bajaba a llenar de agua la perola de aluminio en donde se disolvía la leche. Esta fuente, aunque menos popular que la Fuente Alta cumplió muy bien su cometido de suministro de agua a buena parte de la población y hoy quizás no tenga tanta importancia como la otra en parte porque esta más escondida y pasa desapercibida, le falta más ornamento que haga agradable ese lugar, algo que inicio el ayuntamiento pero que es insuficiente.

El entorno de la Fuente Baja también era lugar de reunión de los jóvenes y mozos del pueblo donde los días festivos se jugaban dinero a los charpos, juego que consistía en tirar al alto dos grandes monedas (charpos) del siglo XIX y que a la caída daban cara o cruz jugándose los mozos algunos algunos reales y perragordas. En este entorno, esta el camino que va del matadero hacia el río antiguamente utilizado para el tiro de barra, de ahí que el nombre “Camino del Tirador”.

En resumen, algún alcalde debería rehabilitar el abrevadero y descubrir la acequia ancha levantando el tramo que fue cubierto con hormigón, así se recuperarían dos espacios representativos de Azuara con valor cultural.

Jose Román Roche Nebra

jueves, 9 de septiembre de 2010

Lugares de Azuara: Fuente Alta y Abrevador.


La parte baja de nuestro pueblo siempre fue la más concurrida por los habitantes de Azuara, debido a que ofrecía más servicios: Cine Goya, Fuente Alta, Abrevadero, Heladora, Acequia Ancha, Matadero y la Fuente Baja.

Frente al Cine Goya (lugar que actualmente ocupa el ayuntamiento) a diez metros de distancia, había una pequeña pareta y unos escalones que servían para salvar un pequeño desnivel que obligaba a las caballerías que bajaban al abrevadero a dar un pequeño rodeo desviándose del paso de las azuarinas que subían y bajaban con los cántaros de la fuente. Pareta es el nombre que se le da a una pequeña pared, en euskera también se dice pareta, así de paso, nos encontramos con una palabra que quizá venga del vocabulario de los celtíberos de Belikiom ya que existe una relación entre la lengua vasca y la íbera. Tantos vecinos se sentaban en aquella pareta frente al Cine Goya, que el cemento estaba brillante.

A la fuente alta acudían a llenar los cántaros la población más próxima mientras que la gente del barrio bajo se servía de la fuente baja. De los 20 caños de la fuente alta nunca falto agua fresca y cristalina para llenar cántaros, botijos y botejones, recipientes de cerámica procedentes de los alfares de Huesa del Común. Ir a por agua a la fuente era un trabajo que realizaban las mujeres, a primera hora de la mañana, al medio día o a la tarde las calles eran un ir y venir de aguadoras, porque en las casas además de tener el cantarero con los recipientes llenos también había una tinaja que siempre debía estar llena de agua. Botijo, botejón y cántaro, a veces, hasta cinco recipientes llenos de agua portaban las azuarinas, también había quienes iban a la fuente con el burro y las aguaderas para transportar los cántaros. En verano era muy frecuente ver a vecinos calmar la sed a morro directamente de los caños. Yo aun guardo en mi memoria la satisfacción que se sentía tras un trago de agua fresca, estoy hablando de finales de los años cincuenta y principio de los años sesenta que fue cuando ya se instalo el agua corriente en las casas de Azuara.
La fuente alta y la fuente baja, han sido tan apreciadas por todos los azuarin@s que tras la instalación de agua corriente, cuando ya las fuentes dejaron de usarse destruirlas hubiera sido un sacrilegio, así que se han mantenido, algo que hay que agradecer.

El abrevador o abrevadero, situado detrás del antiguo cuartel y frente a la fuente, se construyo en un buen sitio al confluir allí tres accesos y ser un lugar espacioso. El agua entraba procedente de la acequia de la Mota y cruzaba por delante del cuartel de la guardia civil para entrar en el abrevadero, al final una pequeña tajadera acumulaba el agua saliendo la sobrante por encima de ella y así las caballerías bebían con mayor comodidad, desembocaba el agua un poco más abajo de la fuente para unirse a la acequia ancha. Las caballerías bebían agua tres veces al día, se llegaba a concentrar tal cantidad de animales que muchos vecinos los llevaban a beber a algunas acequias para no tener que esperar. En Azuara había un censo de varios centenares de animales la mayoría híbridos como mulas y machos, yeguas, burros y también toros mansos, todos se utilizaban para labrar, acarrear y en el caso de los burros para pequeñas cargas y trasportar a sus propietarios.
El abrevador, que durante tantos años dio servicio de agua a esos animales de carga y de tiro a los que tanto les debemos la humanidad, es una obra que hoy debería formar parte del patrimonio local, pero desgraciadamente se le desconecto el agua y fue mutilada su parte final. Ahora esta humilde obra pero tan importante en el pasado, pasa totalmente desapercibida esperando a que algún alcalde se anime a su restauración e incluso se puede colocar una estatua que rinda homenaje a estos animales de trabajo y al agricultor.

Algunos hemos tenido la suerte de vivir esos años de transición de la época del barro a la del plástico y el agua corriente en las casas, de las caballerías al tractor. Guardamos en nuestro recuerdo las actividades cotidianas del medio rural que permanecieron inalteradas durante tantos siglos. Yo he vivido esos grandes cambios y ha sido muy enriquecedor.
Jose Román Roche Nebra

viernes, 13 de agosto de 2010

Lugares de Azuara: Eras y pajares.




Eras y pajares, fueron piezas imprescindibles para el desarrollo de la actividad agrícola de cultivo del cereal, ese alimento al que tanto debe la humanidad. Gracias al cultivo del cereal el hombre paso de nómada a sedentario cuando aprendió a cultivarlo, fue la primera actividad agrícola humana y origen de la civilización y cultura de todos los pueblos. Aunque hoy en día ya no se usen las eras para realizar las tareas agrícolas relacionadas con el cereal, éste sigue siendo parte fundamental de la economía en la vida de Azuara. Las eras con sus pajares, forman parte de un pasado muy reciente que no debe ser olvidado y menospreciado.

La mayoría de las eras están construidas en tierra, a la llegada del verano se les pasaba un ruejo para que estuvieran acondicionadas y realizar sobre ellas la labor de trillado del cereal. Otras, se construían empedrando la superficie del terreno y son obras de arte que aun hoy podemos ver. Casi todas las eras están situadas en lugares del pueblo donde sopla más el viento para poder aventar el grano.

Tras la siega se acarreaba el cereal desde los campos y llegado el carro con la mies a la era, tras desatar los fajos se extendían en circulo formando una capa en toda la superficie. Para desgranar las espigas se pasaba el trillo, arrastrado por caballerías y conducido por mujeres, personas mayores, e incluso por zagales. Caballerías, trillo y conductor, daban cientos de vueltas sobre la parva al sol del verano que era cuando mejor se desgranaba el grano del cereal, trabajo monótono que en muchas ocasiones hacia que la persona que conducía se quedara dormida y se saliera el trillo de la parva. El botijo a la sombra del pajar calmaba la sed, un pequeño lujo era beber en vaso una gaseosa de sobre “el tigre” y pasada la media tarde tras la merienda, se procedía al aventado lanzando al aire el cereal con la paja desmenuzada. El grano era metido en sacos y trasportado al granero y la paja se metía bien apretada al pajar para aprovisionamiento de las caballerías a lo largo del año.

Actualmente, aun quedan pajares en pie porque sus dueños tienen algo que guardar dentro y les dan uso. Son edificaciones de 40-60 m2 de superficie por 3 de altura. Las paredes son auténticas obras de arte por la variedad de materiales utilizados y la disposición de estos. Hay pajares con paredes construidas con piedra a dos hileras con relleno de cascotes y tierra en medio que les da solidez. Unas veces se uso piedra caliza y otras piedra guija, también podemos ver una mezcla de las dos siendo la disposición de estas muy variada. Otras veces sobre base de un zócalo de piedra se continua la pared a tapial y en menos ocasiones con adobe. Son obras de arquitectura popular, los colores y la textura de los materiales nos hablan si nos detenemos a observar, se podría contar muchas historias sobre su construcción y sobre lo que se ha vivido a la sombra o al cobijo de estas obras.
Hoy la mayoría de los pajares están en ruina las eras llenas de yerbajos, piedras y basuras, ofreciendo un aspecto bastante triste y desolador. La zona de las eras es un lugar que resulta poco atractivo para la gran mayoría de los azuarinos, a muy pocos molesta que esta zona del pueblo sea lugar de abandono de viejos sofás, colchones u otros viejos enseres domésticos.

Se puede marginar a la zona de las eras, pero no se puede negar que formaron parte de la actividad agrícola durante siglos y son parte de la historia de Azuara. Son espacios que tuvieron uso para el desarrollo económico de aquellos tiempos y para alimentar a los pobladores de Azuara. A quienes piensen que esto son simplemente recuerdos del pasado, quiero decirles que a lo largo de la historia, la humanidad ha tenido graves crisis de falta de alimentos y cuando esto sucedía el hambre hacía descender los nacimientos, la falta de una nutrición suficiente también llevaba consigo contraer enfermedades que causaban bajas de población. Las generaciones actuales hemos nacido gracias al esfuerzo de nuestros abuelos que con su trabajo y estos espacios de uso agrícola, sacaron adelante a sus familias. La zona de las eras, tiene bien merecido un agradecimiento y reconocimiento por parte de las generaciones actuales.

Habrá quienes justifiquen el abandono y posterior hundimiento de los pajares al no tener un uso en la actualidad. Pero no hay excusa para que la zona de las eras sea lugar de acumulación de basuras y viejos enseres, en primer lugar porque las basuras no deben estar donde no les corresponde y en segundo lugar porque hay que tener un mínimo de respeto por estas zonas que facilitaron la alimentación de todo un pueblo. El gobierno municipal, tiene la obligación de limpiar esas basuras y si lo ve necesario conminar a los propios vecinos. Posteriormente a dicha limpieza, se debería adquirir alguna de estas eras y edificaciones, para que restauradas puedan trasmitir la información sobre las actividades agrícolas de nuestros antepasados en su propio ambiente. El coste no seria mucho.

Jose Román Roche Nebra

martes, 3 de agosto de 2010

EN AZUARA SE HABLO EN ARABE DURANTE SIGLOS.


Lengua y literatura árabe de Al-Andalus. Alif Nûn.
Por lo que podemos juzgar, la lengua árabe estaba en un proceso continuo de cambio a la llegada del Islam a la Península Ibérica a principios del siglo VIII. La expansión del Islam significó la llegada del idioma árabe a territorios muy alejados de su origen y supuso el contacto y la convivencia con pueblos y culturas muy distintas que, en muchos casos, adoptaron el árabe como idioma propio y en otros influyeron con sus propios idiomas en la lengua del Corán, a la vez que recibían la influencia de ésta. Especialmente en la Península Ibérica, una arabización a gran escala parecía improbable. En primer lugar, la mezcla lingüística del territorio incluía el latín, que era el lenguaje de la iglesia, el Estado y la literatura; las lenguas romances derivadas del latín, habladas por la mayoría de la población; y el hebreo, empleado por la población judía, principalmente con fines religiosos. En segundo lugar, es dudoso que los contingentes de musulmanes árabes y beréberes que llegaron a la península tuviesen una uniformidad lingüística. Incluso los propios árabes hablaban diferentes dialectos y se establecieron en diversas regiones de acuerdo con sus relaciones tribales, perpetuando así algunas particularidades de su habla. Ocuparon la mitad sur de la península, hasta Toledo, al norte del cual se extendida la llamada “tierra de nadie”, o territorios poblados tan solo por unos pocos colonos beréberes, los cuales, además del árabe, hablaban varios idiomas propios.

Por otro lado, existieron factores que dieron ímpetu a la arabización. Aunque los recién llegados eran una minoría, su número aumentó con la llegada de nuevos inmigrantes y contingentes militares. Estos inmigrantes, hombres en su mayoría, tomaron esposas y concubinas, y sus hijos aprendieron las lenguas del padre y de la madre. A medida que crecía el número de conversos al Islam, la lengua árabe pasó a tener una mayor importancia y se convirtió en un factor de unidad entre los musulmanes en particular y posteriormente entre los andalusíes en general, fueran musulmanes o no.

Muchos mozárabes (cristianos) adoptaron nombres árabes que añadieron a sus nombres de familia latinos y sirvieron como funcionarios civiles en la administración, a menudo de intérpretes y traductores. El obispo de Córdoba, Recemundo (conocido como Rabi ibn Zayd), sabía árabe y latín y fue enviado por Abd al-Rahman III en misión diplomática a Alemania. Los judíos hispanos se arabizaron completamente y escribieron sus obras más importantes en árabe, además de participar activamente en la vida económica, social y política de al-Andalus.

No obstante, la influencia del árabe no acabó con las lenguas romances. La situación política y social de al-Andalus era tal que obligaba a cada una las comunidades que convivían en su territorio al aprendizaje del idioma de las restantes, lo que condujo a un extenso bilingüísmo. Al-Jusani, en su Historia de los jueces de Córdoba, da pruebas de que las lenguas romances eran generalmente usadas en Córdoba, incluso en los tribunales.

Sin embargo, a juzgar por la gran cantidad de literatura en árabe, parece que esta lengua gozaba de preeminencia en aquella sociedad políglota y se estudiaba tan intensamente que se convirtió en la lengua de la cultura por excelencia.


Mientras el dominio musulmán se mantuvo sobre buena parte de la Península Ibérica, el interés por la lengua árabe y la consecuente arabización prosperaron, alcanzando su punto álgido durante los siglos X y XI. Sin embargo, con el avance de las conquistas cristianas, el panorama se fue modificando gradualmente y, aunque el árabe y su estudio aún tuvieron algunos defensores de talento, su influencia sobre la población disminuyó drásticamente ya a partir del siglo XIII, de modo que, excepto en el reino de Granada, el árabe dejó de ser la lengua de la diplomacia y de la cultura. Desde luego, aún perduró durante un tiempo, pero tuvo que competir con el resto de lenguas peninsulares, que aumentaban rápidamente su importancia, tanto a nivel escrito como hablado. Los pueblos cristianos peninsulares comenzaron a adquirir una conciencia lingüística que culminó en la completa relatinización de la Península Ibérica durante los siglos XVI y XVII, primero a través de las purgas sistemáticas contra la religión y las costumbres de los musulmanes y con la completa prohibición de la lengua árabe, y posteriormente con la definitiva expulsión de éstos.


La persecución sistemática que sufrió el uso de la lengua árabe desde la caída del reino de Granada en 1.492 hasta la expulsión definitiva de los moriscos más de un siglo después, no pudo borrar la convivencia fecunda que durante siglos se estableció, tanto en territorio cristiano como musulmán, entre las diversas lenguas habladas en la Península Ibérica. Esta convivencia trajo como consecuencia una profunda influencia mutua, que en el caso del castellano supuso la adopción de una gran cantidad de expresiones árabes que permitieron cubrir una amplia gama de términos usados en la vida cotidiana, así como vocablos relacionados con las ciencias, las artes y otras ramas del saber. Multitud de expresiones árabes se incorporaron al castellano, bien en su forma original (ojalá/insha’allah) o bien a través de la traducción literal (“si Dios quiere”, “vaya con Dios” o “Dios te guarde”).

Influencia de la lengua árabe en la España actual.

Fuente: Promotora Española de Lingüística.


Fue tan grande la diferencia entre la España visigoda y la España después de las invasiones árabes que hay autores que se atreven a afirmar que el factor árabe jamás pudo ni podrá ser extirpado de la sociedad española después de ochocientos años de permanencia; erradicar esta influencia es erradicar la mayor parte de la identidad cultural del nativo peninsular. Es una costumbre árabe que pervive en la mayor parte de España: están comiendo llega una visita y le dicen ¿quieres comer?, los habitantes del norte de España no tienen esa costumbre de ofrecimiento.

Los arabismos del español suponen aproximadamente el 8% del vocabulario total y se calcula que son unas 4000 palabras, incluyendo voces poco usadas (Cano, 1999: 53)

Algunos ejemplos: encontramos arabismos referidos al conocimiento y la ciencia como: algoritmo, guarismo, cifra, álgebra, redoma, alcohol, elixir, jarabe, cénit... referidos a instituciones y costumbres: alcalde, alguacil, albacea, alcabala…, a actividades comerciales: arancel, tarifa, aduana, almacén, almoneda, almazara, ataujía, zoco, ceca… a urbanismo y vivienda: arrabal, aldea, alquería, almunia, alcoba, azotea, zaguán, alfeizar, albañil, alarife, tabique, azulejo, alcantarilla, albañal, alfombra, almohada… En el campo de la vida doméstica, el vestido o el ocio encontramos: laúd, ajedrez, azar, tarea, alfarero, taza, jarra, ajorcas, alfiler, aljuba, albornoz, babucha, zaragüelles, albóndigas, almíbar, arrope...


Los hay también referentes a las labores agrícolas, en las que los árabes fueron verdaderamente innovadores en los sistemas de cultivo y regadío: acequia, aljibe, azud, noria, arcaduz, alberca… y a plantas, flores y frutos: alcachofa, algodón, alfalfa, alubia, azafrán, azúcar, berenjena, aceite, azucena, azahar, adelfa, alhelí, acebuche, jara o retama.


Jose Román Roche Nebra

jueves, 15 de julio de 2010

En la España del siglo XX, descendientes de moriscos practicaban costumbres musulmanas.


Hace 50 años podía verse en Azuara esta imagen de personas en cuclillas.

“Poblamiento del territorio de Azuara” llega a su fin. Este capítulo y otro más que sera el último, los dedico a demostrar que tras la expulsión de los moriscos hace exactamente 400 años, en España quedo sangre morisca, había, inevitablemente, cristianos que tenían parte de sangre morisca en las venas, que se quedaron y moriscos que no pudieron expulsar, también quedaron costumbres y la influencia de la lengua árabe.


Eugeni Casanova. La Vanguardia. 12/11/2006 //. Juan López González se postraba de rodillas mirando al este y tocaba repetidamente con la frente en el suelo. Al sol le llamaba a veces Mahoma. A menudo recitaba unas salmodias incomprensibles con un libro viejísimo en las manos, con tapas negras de madera, que escondía dentro de una talega en una viga. En Semana Santa, cuando por el pueblo desfilaban procesiones, él no probaba ningún alimento mientras hubiese luz natural. Esos días, colocaba un plato vuelto del revés en el umbral de la puerta de su cortijo: Un día que un vecino le preguntó porqué lo hacía, respondió ruborizado que era para que el plato se secase. "Es que estaba muerto de miedo, siempre se escondía y me pedía a mí que no contase nada de lo que le veía hacer -explica hoy su hija Venerada-; él y su hermano salían a rezar al campo, para que nadie les viese". Antes de comer, inclinaba la cabeza y susurraba una salmodia en la que repetía mucho Alá. Tenía expresiones propias: decía arua jimena (ven aquí) jarria (mierda), quém (perro)... "Es nuestra tradición -me contaba-pero eso no debes decirlo fuera de casa".
Juan López murió en 1986, cuando Vene, así la llama todo el mundo-contaba 31 años. Ella se fue entonces a trabajar a Francia. En su pueblo, Riópar, inmerso en la Sierra del Segura, se pasaban tiempos de estrechez. La mujer se llevó una sorpresa mayúscula en su lugar de trabajo cuando oyó que un compañero marroquí le decía arua jimena, como su padre. El marroquí le enseñó un Corán y Vene lo asoció inmediatamente con el librote que su padre bajaba con una pértiga de la viga. Llena de curiosidad, buscó el texto en español y comprobó que allí se citaban las uríes, otra palabra de su padre. Vene duda de que su progenitor entendiese gran cosa: "Se ponía las gafas y lo abría, pero yo le preguntaba cosas de él y no sabía responderlas".
Juan López fue quizás el último, pero no el único. Aurelio Amores, que nació en 1918, recuerda que en su juventud los más mayores de Riópar Viejo (el núcleo original del pueblo), donde él vivía, "adoraban al sol" al amanecer. "Se asomaban a los riscos de levante y se hincaban de rodillas y hacían reverencias", asegura. "No eran pocos; había, al menos, una docena", y repetían jati mali. Aurelio tiene bien claro porqué los viejos ejecutaban este ritual: "Era su religión, adoraban al sol como nosotros lo hacemos con Jesucristo". En ningún momento se le ocurre vincular estos actos con el Islam, del que él no tiene noticias. Dos generaciones anteriores a la suya estas prácticas estaban generalizadas en su vallé. "Mis abuelos me contaban que cuando ellos eran jóvenes había muchos viejos que se postraban mirando al levante varias veces al día", explica.


Riópar está situado en el sur de la provincia de Albacete, tocando a la de Jaén, en un valle cerrado al que sólo puede accederse a través de tres puertos situados entre los 1.100 y los 1.400 metros de altitud, nevados en invierno: "Hasta hace muy poco esto estaba perdido de la mano de Dios", explica Juan Valero Valdelvira, un empresario de 50 años que tiene una empresa de producción de maderas nobles. "Cuando yo era pequeño aún no había carreteras y la población vivía en cortijos diseminados por el monte; está claro qué aquí no llegó la inquisición y en el momento de la expulsión en 1609 los musulmanes nativos no fueron molestados".
El padre de Juan Valero era matarife y él le acompañaba por los cortijos de la sierra a hacer su trabajo. “Estuviera donde estuviera la casa siempre situaban la mesa de la matanza encarada al este, con una desviación de cinco grados hacia el sur, exactamente la dirección de La Meca. Yo me di cuenta de eso hace diez años y pregunté a diferentes cortijeros porqué ponían la mesa en esa posición. La respuesta invariable era que siempre había puesto así".
La madre de Juan Valero, Aurora Valdelvira, todavía sabe anudar el pañuelo de esa manera y tiene recuerdos también de una persona que se arrodillaba y hacía reverencias: "Yo veía hacer eso a un labrador, Lorenzo Castillo Peinado, hará unos sesenta años. Dejaba el tiro del arado a un lado y se agachaba y se levantaba en dirección al Collado de la Rambla, -la dirección de La Meca-. ¿Qué hace éste?, me preguntaba yo".
Aurora coincide con su hijo en que su suegro "tenía muchas cosas de moro". Recuerda su petición de mano y su boda, en que los padres del novio adornaron caballerías con colchas de cama y fueron hasta su cortijo, donde se hizo una fiesta con vino azucarado y dulces. A ella le pusieron un delantal y todos le tiraban dinero en él. Cuando murió la hermana de su padre la amortajaron de blanco y le pusieron un ramo de flores en las manos, y la velaron durante toda la noche. Juan Valero explica que casi todas estas costumbres y muchas otras de Riópar se ven reflejadas en el libro de Gerald Brenan "Al sur de Granada". El escritor inglés vivió en la década de 1920 en un pueblo de Las Alpujarras, Yegen, y describió el carácter y las costumbres de sus gentes.
Cuando Juan López y su hermano ayunaban por Semana Santa, hacían un preparado con harina, que comían antes del amanecer y al anochecer, pero Vene no sabe exactamente qué era. En esos días no fumaban ni tomaban vino. Su padre también comía cerdo aunque a menudo comentaba que no debería hacerlo: Juan Valero explica que el cerdo es fundamental en la alimentación del valle "pero le añaden tantas especias y lo hacen hervir tanto que su sabor queda totalmente desfigurado; el embutido se conserva en aceite de oliva o se mezcla con arroz y piñones". El padre de Juan mataba cerdos, pero en su casa jamás se probó una morcilla; ése embutido era tabú. Vene explica que una tarta hecha con manteca de cerdo tradicional en Riópar en su casa se hacía siempre con manteca de vaca.
Vene tuvo que hacer la comunión como todas los niños del pueblo y su padre se llevó un disgusto; "él jamás entraba en la iglesia". "Mi madre insistió en que la hiciera porque `”si no, nos iban a señalar”, pero yo fui la única que no fue a la catequesis". Con el matrimonio, muerto ya Franco, ya no tuvieron reparos. "Yo no me casé por Iglesia: mi padre no quería", explica. Aunque sí tuvo una pequeña ceremonia casera: Su progenitor hizo unas señas con la mano delante de ella y le dijo: "Salte de la casa y echa el pie derecho hacia delante, y ya serás para él el resto de la vida". Antes le había a advertido: "No te has de casar un día de lluvia o nublado, tiene que estar el cielo claro; Mahoma debe estar radiante”.
Juan López explicaba a su hija que su identidad era postiza. "Nosotros venimos de la raza de los Caravavantes y de los Navalón; perdimos el nombre y nos pusieron otro". En este sentido, Juan Valero tiene muy claro de dónde vienen muchos de los apellidos del valle y la trayectoria que han seguido. "Mi segundo apellido, Valdelvira, es bab elvira (puerta bella) -es famosa la de Granada-, y los que se llamaban así jamás fueron bautizados, lo mismo que los Banegas a los Alarcón, es decir, nunca hicieron la conversión oficial al cristianismo, y eso se sabe en las familias". En Riópar se han conservado también algunos términos árabes particulares, Valero ha recogido más de 200.


El pueblo murciano de Albudeite es quizás el único lugar del antiguo Al Andalus donde ha permanecido el acento propio de los árabes. Sus habitantes conservan una cantinela peculiar que llaman tonillo y, además, no usan el pretérito indefinido (no dicen, por ejemplo, “he estado ”sino “estuve”), un tiempo verbal inexistente en la lengua árabe de sus antepasados. El historiador Juan González Castaño dio con un documento que probaba que Albudeite fue respetado en la expulsión general de los moriscos. “No se sabe por qué razón, pero la cuestión es que aquí se quedó el pueblo entero”, explica el estudioso, que especifica que esto no sucedió en ningún otro lugar de la Península.Murcia fue el último lugar en expulsar a sus moriscos. La conquista se había producido en 1.252 y los descendientes de musulmanes estaban muy asimilados. Ello hizo que desde los estamentos del reino se mandaran súplicas a Felipe II para que les permitiera quedarse, porque la mayoría eran católicos practicantes y tenían buena vecindad con los llamados cristianos viejos. Por esta razón, la expulsión general de 1.609 y 1.610 los respetó, pero el rey, presionado por una parte de los intransigentes del Consejo Real y, de otra, por los defensores de los moriscos, mandó en 1.612 a un dominico (la orden de la Inquisición), Juan de Pereda, para que informara sobre la conducta de los descendientes de musulmanes. El fraile recorrió durante dos meses muchos de los pueblos donde había mudéjares y entrevistó a centenares de personas. Comenzó en el Valle de Ricote (1), poblado casi enteramente por antiguos musulmanes (Cervantes llama, justamente, Ricote al morisco que aparece en el Quijote), y siguió el curso del Segura hasta Murcia. El dominico contabiliza que en Albudeite había 312 mudéjares y sólo seis cristianos viejos. Los moriscos murcianos fueron expulsados a principios de 1.614. Juan González Castaño, que ha publicado el informe de Juan de Pereda explica que “muchos se quedaron camuflados; otros, protegidos por señores y convecinos; otros profesando en conventos deprisa y corriendo…y otros volvieron al cabo del tiempo y reclamaron sus tierras y demás posesiones”. Una mayoría se refugió en el reino de Valencia y luego regresaron a Murcia, donde un informe de agosto de 1.615 explicaba que “hay tantos que parece que no se ha hecho la expulsión”. Esto fue general en todos los reinos peninsulares, donde, sumados a los convertidos de antiguo, se quedaron muchos más de los que se fueron.


José Román Roche.

lunes, 21 de junio de 2010

COMO SE DESCUBRIO LA VILLA ROMANA "LA MALENA"





En el libro Comarca Campo Belchite, hay un artículo sobre la villa romana en el que su autor José Ignacio Royo Guillen, habla del “azar en el descubrimiento de la villa” y de “colaboración de los habitantes de Azuara” en general. Yo quiero añadir en pocas lineas algo de información para precisar sobre como se descubrió la villa romana y quienes fueron esos vecinos de Azuara que llevaron a que la villa se descubriera.

En las parcelas de huerta donde se encuentra el yacimiento de la villa romana de Azuara hacía más de 70 años que se encontraban trozos de mármol y otros restos que se atribuían a la existencia de una ermita en tiempos pasados, la ermita de Santa María Magdalena.
A finales del siglo XX con el uso de tractores en las labores agrícolas continuaban apareciendo restos materiales que para unos pocos azuarinos defensores del patrimonio histórico eran vestigios que les aproximarían a la ubicación del yacimiento, esto coincidió con la llegada a Azuara del arqueólogo y amigo José Luís Ona Gonzalez avisado de que en la restauración de la ermita de San Nicolás habían aparecido en el interior pinturas bajo el yeso. José Luis Ona puesto en contacto con el que era Jefe de Servicio de Patrimonio D. Herminio Lafoz, se traslada a Azuara para emitir un informe que posteriormente lleva a restaurar todas las pinturas y de inmediato a una actuación arqueológica de urgencia en el interior de la ermita. En plena excavación del suelo de la ermita José Luis Ona con el grupo de peones se trasladan a un campo de la huerta y con el consentimiento del propietario realizan una pequeña excavación en el campo. Hubo suerte, el Jefe se Servicio de Patrimonio autorizó expresamente iniciar la excavación y el resultado fue el descubrimiento de la villa.

Han pasado ya muchos años y para que no se pierda la memoria quiero recordar que gracias a los vecinos José Antonio Fleta y Jose Roman Roche, y al arqueólogo José Luis Ona Gonzalez, se pudo paralizar el intento de enlucir con nuevo yeso las pinturas de la ermita de San Nicolás. Gracias a un pequeño grupo de vecinos apasionados por el patrimonio histórico se llego a ubicar el sitio de la villa, entre ellos Ricardo Aina, Javier Gimeno, José Antonio Fleta, José Román Roche... siendo fundamental una vez más la iniciativa personal y profesional del arqueólogo Jose Luís Ona Gonzalez.

Dichos estos pequeños detalles, que estas líneas sirvan de reconocimiento a los profesionales de la arqueología y a los vecinos que participan activamente en la localización y protección del patrimonio arqueológico, gracias a ellos se pasa a la recuperación del patrimonio, al conocimiento de la historia y a la utilización de esos recursos, como dicen ahora la puesta en valor, aunque esto último, pasados ya 24 años vemos que va pa largo.



José Román Roche Nebra

jueves, 27 de mayo de 2010

POBLAMIENTO DEL TERRITORIO DE AZUARA (IX)


Persecución y expulsión de los moriscos.


Tras la ocupación de Azuara por los ejércitos cristianos en 1118, continuaría buena parte de población mudéjar conviviendo con cristianos viejos durante cerca de 400 años. En 1502 fueron obligados por decreto a convertirse al cristianismo pasando así a denominarse moriscos. El morisco es el mudéjar bautizado.

"Se vieron forzados a acudir a la pila bautismal obligados por la monarquía quien les propuso recibir el bautismo o abandonar España. A partir de la recepción de las aguas bautismales, el término mudéjar es suplantado por el de morisco, nuevo convertido, nuevo bautizado o cristiano nuevo. Los moriscos se ven obligados a abandonar incluso su nombre, el apellido y el eventual sobrenombre de origen árabe se hallaban amenazados, de esta forma los legisladores intentan borrar todo signo de identidad musulmana".
“La expulsión de los moriscos supuso la ruptura definitiva de la convivencia social y el final de una larga etapa histórica. A principios del siglo XVI el enfrentamiento religioso entre cristianos viejos y nuevos se hizo muy patente. El rechazo de estos últimos a ser cristianos y la ineficacia de los esfuerzos eclesiásticos para asimilar a los infieles a través de la predicación, la catequesis, el bautismo obligado, la vigilancia constante, los procesos del Tribunal de la Inquisición, o incluso la dispersión geográfica, condujeron inevitablemente al exilio forzoso de los moriscos”.

"En Aragón, económicamente, todos los sectores se vieron afectados por la expulsión. Las tierras trabajadas por los moriscos quedaron yermas, siendo recuperadas muy lentamente. Durante los primeros años de la salida se podían contemplar pueblos y términos enteramente abandonados o semiabandonados. La industria artesanal aragonesa de la época perdió un mercado, sufriendo la correspondiente contracción. Determinadas especializaciones controladas por los expulsados estuvieron a punto de desaparecer, y sólo después de un largo tiempo fueron recuperadas.
La ruina afectó especialmente a los acreedores de los moriscos y de sus señores. Un número nada despreciable de personas, instituciones y fundaciones que vivían de estas rentas perdieron su medio de vida. Estos rentistas, que constituían una parte de lo que hoy llamaríamos «clase media», quedarían arruinados con todas las implicaciones sociopolíticas que tal hecho lleva consigo. La expulsión representó un fuerte empobrecimiento para el reino aragonés”.

Los señores, perjudicados por la expulsión de los moriscos, traspasaron las cargas del trabajo a los nuevos pobladores, quienes las sobrellevaron con más o menos éxito”.
Algunos historiadores afirman que sobre 1620 el 30% de los habitantes en Aragón eran repobladores de origen frances, dos ejemplos los apellidos Gascón y Roche .

“En 1526 se prohibió el uso del árabe, tanto escrito como oral, aunque éste siguió tan vivo que, en la mayoría de las veces, era requerida la presencia de intérpretes.
La lengua de los moriscos fue siempre considerada por los cristianos un obstáculo para su conversión completa, pues les permitía el contacto secreto con otros musulmanes. Para quienes la usaban era una forma de resistencia y fidelidad a sus orígenes y su fe. Practicar el árabe significaba afirmar su propia identidad y oponerse completamente a todas las tentativas de cristianización".
"Los mudéjares aprendieron la lengua romance poco a poco, a finales del siglo XVI prácticamente la totalidad de los moriscos eran bilingües, si bien su lengua propia, la que usaban espontáneamente, era el árabe. Así ocurría incluso entre los tagarinos ("fronterizos" en árabe), que era como llamaban a los moriscos que se criaban entre los cristianos viejos, por lo bien que hablaban ambas lenguas".
De 1502 a 1609, habian pasado dos generaciones de cristianos nuevos (moriscos), cuando Felipe III firma el decreto de expulsión, "alrededor de 300.000 españoles (el 4%) se vieron obligados a abandonarlo todo por el mero hecho de ser cristianos nuevos. Esa expulsión equivaldria en la actualidad a la expulsión de unos dos millones. Las consecuencias demográficas y económicas de su expulsión fueron graves y en algunos casos catastróficas (como en los reinos de Valencia y Aragón, donde constituían la tercera y sexta parte de la población, respectivamente), y en general una pérdida sustancial de vitalidad económica y demográfica para España".
Pedro Aznar de Carmona (1612), describe la salida al destierro de los moriscos aragoneses: «Salieron, pues, los desventurados moriscos en orden de procesión desordenada, mezclados los de a pie con los de a caballo, yendo unos entre otros reventados de dolor y de lágrimas, llevando grande estruendo y confusa vocería, cargados de sus hijos, mujeres y enfermos, y de sus viejos y niños llenos de polvo, sudando y carleando, los unos en carros apretados allí con sus personas, alhajas y baratijas; otros con cabalgadura con extrañas invenciones y posturas rústicas, cada cual con lo que tenía. Unos iban a pie, rotos, mal vestidos, calzados con una esparteña y zapato, otros con sus capas al cuello, y otros con envoltorios y líos... Entre los sobredichos de los carros y cabalgaduras (todo alquilado...) iban de cuando en cuando (de algunos moriscos ricos) muchas mujeres hechas unas devanaderas, con diversas patenillas de plata en los pechos, colgadas de los cuellos..., y con colores en sus trajes y ropas, con que disimular algo el dolor de corazón. Los otros que eran más sin comparación, iban a pie, cansados, doloridos, enojados, perdidos, tristes, fatigados, sedientos y hambrientos, tanto que ni les bastaba el pan de los lugares, ni el agua de las fuentes, con ser tierra tan abundante, y con darles el pan sin límites de su dinero...».

"Los moriscos españoles se desperdigaron por el Mediterráneo, e incluso por el continente americano y el África subsahariana (como Yuder Pachá, originario de Almería, y cuya influencia política y cultural llegó hasta Tombuctú), pero donde sin duda se instaló la mayor parte fue en la costa magrebí (Marruecos, Argelia y Túnez). Allí llevaron su rico componente cultural español, su sabiduría agrícola y ganadera, su patrimonio artístico, sus apellidos hispanos, y sus huellas quedan hasta hoy día visibles.Sin embargo, su adaptación no fue fácil. El desarraigo y las dificultades para acostumbrarse a un mundo muy distinto del que venían les llevó tiempo y esfuerzo. Y no siempre fueron bien recibidos. Ellos eran españoles, y su lengua, costumbres, modo de vida e incluso práctica religiosa (unos se habían convertido en verdaderos cristianos y los que habían conservado secretamente su vínculo con la fe islámica la practicaban de manera más simple o imperfecta) distaban mucho del medio norteafricano al que llegaban deportados".

Trevor J. Dadson (hispanista ingles) investigó lo ocurrido desde 1502 -fecha en que los Reyes Católicos ordenan la expulsión de los musulmanes adultos de Castilla y León que no aceptaran convertirse al cristianismo- hasta inicios del siglo XVIII en Villarrubia de los Ojos, un pueblo de la provincia de Ciudad Real. Según el hispanista, "la mitad de los habitantes de esa localidad manchega eran moriscos totalmente asimilados hasta el punto de que la presencia de la Inquisición allí fue casi nula. Entre ellos había no sólo agricultores o artesanos, sino que algunos llegaron a ser regidores, maestros, médicos, dentistas, soldados, escribanos y hasta presbíteros. Hubo quienes mandaron a sus hijos a estudiar a Alcalá (de Henares), de donde salieron de veinte a treinta licenciados. Yo mismo pude comprobarlo por sus nombres y apellidos en las matrículas de esa Universidad', añadió. Del grado de asimilación da fe -según Dadson- el hecho de que el sistema local de justicia estuviese prácticamente en manos de moriscos, entre quienes había también arrendadores y mayordomos de rentas, y eran así lo más parecido al tipo de clase media que podía encontrarse en aquella época en un ambiente rural. Al mismo tiempo habían castellanizado sus nombres, según se comprueba al seguir sus árboles genealógicos, y así un tal Alí de Yébenes pasó a llamarse Alonso de Yébenes, un Mahomed Torredoro recibió el nuevo nombre de Juan Torredoro mientras que Alí de Mariota fue rebautizado como Pedro López de Mariota. No obstante esa integración, llega a tierras manchegas desde la Corte la orden de expulsión, algo que ocurre en 1611, dos años después de las primeras expulsiones de moriscos de Valencia, y a esa medida se resisten tenazmente los moriscos de Villarrubia como muchos de sus convecinos cristianos viejos, que los apoyan. Finalmente son llevados por la fuerza por Burgos y Vitoria hasta el sur de Francia, de donde, sin embargo, regresan todos ellos rápidamente, explica Dadson, según el cual en mayo del año siguiente se procede a una segunda expulsión, esta vez al norte de Africa, pero muchos de ellos vuelven a escapar antes de llegar al puerto de Cartagena para embarcarse y el resto regresa por otras vías. En 1613 se produce un tercer y último intento de expulsión, con idénticos resultados negativos, hasta que en 1614 el Rey y el duque de Lerma deciden que ya está bien, y los dejan en paz, afirma el hispanista, quien precisa que aquellos moriscos hacen uso entonces de sus conocimientos legales y recurren a los tribunales para recuperar sus casas y sus otras propiedades. Dadson se muestra en cualquier caso convencido de que Villarrubia no fue una excepción sino que en otras partes de la Mancha, del Campo de Calatrava y Extremadura, zonas de baja densidad de población y con importantes comunidades de moriscos a principios del XVII, ocurrió exactamente lo mismo.
Antes de la expulsión, los musulmanes sufrieron una persecución feroz, que incluía la prohibición del culto musulmán, el cierre de mezquitas, la quema de libros, la prohibición del sacrificio halal, la prohibición de la lengua árabe, la del entierro según el rito islámico, la de la circuncisión y la de utilizar determinadas vestimentas. También se les prohibió desplazarse sin permiso y llevar armas, y además se les obligó a cortarse el pelo de una forma determinada y a llevar el sambenito, un trapo amarillo en la manga que los distinguía y hacía blanco fácil del fanatismo.
Las consecuencias de la desobediencia no eran menos brutales: condenas a galeras de por vida, torturas, quema de personas por el mero hecho de ser musulmanas, robo de niños para que fueran criados como cristianos (una práctica validada por san Juan de Ribera). Una política de Estado que buscaba la erradicación del islam y la uniformidad religiosa de España.
Una de las formas que los cristianos tenían de detectar a los moriscos era por la higiene. Los acusaban de que se lavaban una vez a la semana, los viernes, y que incluso lo hacían en diciembre; frente a los cristianos que huían el baño. Parece ser que el tiempo le ha dado la razón a los moriscos y que sus costumbres son ahora las nuestras. Ellos cocinaban con aceite de oliva, mientras que los cristianos lo hacían con tocino; comían muchas frutas y verduras, usaban perfumes y vestían ropas de colores vivos", dice el historiador.

Se calcula que hoy, hasta cuatro millones de descendientes de los moriscos viven en países norteafricanos, como Marruecos, Argelia, Túnez, Mauritania, Mali y Libia.
¿HUBO EXPULSIÓN DE MORISCOS EN AZUARA?
Mari Carmen Ansón en su libro “Noticias sobre Azuara en el siglo XVII” dice: “es posible que la expulsión morisca no le afectase demográficamente hablando, muy negativamente. Apoyo esta opinión en el hecho de que entre los pueblos de moriscos recogidos en la relación hecha por Marqués de Aytona para llevar a cabo su expulsión, no he encontrado el pueblo de Azuara. Tampoco lo recoge como “pueblo de moros” el recuento de fuegos de 1495, ni los autores Lapeyre, Reglá, Lea o Dominguez Ortiz lo citan entre los pueblos despoblados por la expulsión de 1610. Si reseñan en cambio sus pueblos vecinos, Letux, Lagata Belchite, pero no Azuara”.

Yo quiero añadir, que como en el caso de Azuara sucede lo mismo con otros pueblos de Aragón de mayor población con antecedentes moriscos, dos ejemplos: “inexplicable la no constancia de moriscos en Alcañiz” (Pita Mercé) y aquí en la comarca además de Azuara tampoco se cita a Almonacid como pueblo de moriscos expulsados. En los datos de expulsión de moriscos en 1610 aparecen citados Fuendetodos con 105 expulsados, Letux 650, Lagata 705, Codo 805 y Belchite 1550.
El historiador R. Viruete Erdozáin en el libro de la Comarca de Belchite hace referencia al fogaje del año 1495 en el que se dice que las comunidades musulmanas estaban asentadas en Belchite conviviendo con cristianos y concentrados en Codo, Lagata y Letux.
Es una incógnita si había o no moriscos en Azuara en 1610 y si los hubo seguramente fueron también expulsados.
En algunos pueblos de Aragón las expulsiones afectaron al 80% de sus habitantes.
Video documental:

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20091228/documental-debate--explulsion-moriscos/657676.shtml

Jose Román Roche Nebra

Fuentes. Artículos de:
Gema Martín Muñoz
y Mario Virgilio Montañez
Azuara en el siglo XVII. Mari Carmen Ansón
Los moriscos de Villarrubia de los Ojos. Trevor J. Dadson (EFE)
Traslados y expulsiones. (Cuaderno de una exposición en Granada).Gran Enciclopedia Aragonesa

jueves, 29 de abril de 2010

POBLAMIENTO DEL TERRITORIO DE AZUARA (VIII)


Conquista y ocupación cristiana

Habían transcurrido 400 años desde que los musulmanes edificaran el casco urbano de Zwara. 400 años de tradiciones, cultura y religión islámica. 400 años de mejoras en infraestructuras para el desarrollo agrícola, la artesanía y el comercio. Nunca hasta entonces tantos pobladores habían tenido acceso a una vida más digna en este territorio.
Pero la población musulmana de Zwara también tuvo que sobrellevar los incesantes enfrentamientos dentro de la Marca Superior, enfrentamientos que debilitan la parte norte del territorio de Al-Andalus y van a facilitar la conquista de los ejércitos cristianos de ocupación.
“El asedio formal de la ciudad de Zaragoza comenzó en mayo de 1118. Tras un largo y duro asedio en el que se emplearon varias máquinas de asalto similares a las empleadas en la conquista de Jerusalén, la ciudad se rendía por hambre después de más de siete meses de resistencia” (Lacarra).
“Tras unas arduas negociaciones y ante la carencia de ayuda, los musulmanes zaragozanos capitulaban el 11 de diciembre de 1118 y el día 18 de ese mismo mes Alfonso I entraba triunfante en Zaragoza. Con Zaragoza se entregó un amplio territorio y entre otras poblaciones las de Alfajarin, Fuentes de Ebro, Pina, Magallón, Mallén, Cortes de Navarra y Belchite” (Ubieto).

La ocupación cristiana del territorio de Al-Andalus tardo 770 años, en todo ese largo periodo fueron conquistando y repoblando lentamente los territorios musulmanes de Al-Andalus. Digamos que, desde Pelayo en la batalla de Covadonga en el año 722, les costo llegar a ocupar Zaragoza 396 años, y llegar a la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1.492, en total 770 años de nada comparados con la ocupación musulmana de la Hispania visigoda que solo duro tres años. Los musulmanes estuvieron presentes en Aragón durante 900 años, del año 714 al 1.610 fecha en que se produjo la expulsión de los moriscos. De esos nueve siglos, cuatro fueron como dominadores y cinco como dominados.

“La lucha de ocho siglos que se llama Reconquista, en que se empeñaron los cristianos fugitivos de la invasión musulmana con los musulmanes invasores, respondió siempre al carácter que tuvo en su principio, de recuperación del territorio: éste fué su carácter esencia; con el tiempo influyeron en ella otros factores, principalmente el religioso, pero éste jamás fué el impulsor, sino el que acompaño, y esto por influencia extranjera, no por movimiento espontáneo de los españoles.
Los orígenes de la llamada “Reconquista” son, pues, claros y evidentes; los desposeídos se refugiaron en tierras libres de los trastornos, al amparo de hombres que por su aislamiento vivían en un estado seminatural y satisfechos de su organización, o que, dedicados a la rapiña, habían hecho de la guerra su profesión; a los pacíficos los convirtieron en guerreros, y a los que ya lo eran los estimularon, santificando lo que antes consideraban crimen.
Astures y vascones son de los últimos: siguiendo la inclinación de los montañeses, habían descendido muchas veces al llano durante la monarquía goda con propósito de ganar botín; no hay monarca de los antecesores de don Rodrigo que no hubiera de luchar contra ellos, principalmente contra los vascones, siempre al decir de los cronistas domados y sometidos, y constantemente rehechos y agresivos. En tiempo de Chindasvinto, capitaneados por Fraga, que intentaba, dicen, destronar aquel rey, descendieron desde los Pirineos a Zaragoza; gens effera los llama el obispo Tajón, quien pinta su venida con muy negros colores; mataron a muchos cristianos, dejando sus cadáveres abandonados a los perros y a las aves de rapiña; asesinaron a muchos clérigos, saquearon y destruyeron iglesias y se llevaron cuantioso botín y numerosos cautivos.
Los historiadores aragoneses y navarros de la Edad Moderna creyeron que la Reconquista nació en los Pirineos como en Asturias y aquí como la refiere la historia legendaria, es decir, por unos cuantos hombres llenos de fe religiosa y de patriotismo, sentidos aquélla y éste como ellos lo sentían, se conjuraron para defender la religión de Jesucristo contra la de Mahoma (y ésta no sabían qué era y probablemente la otra tampoco), y para restaurar la patria perdida, es decir, España, aquellos hombres que durante muchos siglos ignoraron que fuesen españoles, y llamaban España al país ocupado por los moros y concretamente a Andalucia, la región que lo llevó en la época ibérica y aun lo llevaba en la goda”. (Andrés Gimenez Soler)

Tras la conquista y ocupación cristiana de la Marca Superior, los dirigentes políticos y religiosos y la aristocracia de la cultura musulmana emigraron al reino de Valencia, produciéndose un importante vacío en los centros urbanos, sin embargo, en el ámbito rural la masa campesina de buena parte del territorio continuo en sus solares cultivando la tierra, ahora en manos de los dominadores cristianos. Se iniciaba así el denominado período mudéjar. Los que se quedaron, fueron llamados mudéjares (musulmanes sometidos) y ellos fueron quienes contribuyeron en la Baja Edad Media al desarrollo de la agricultura y la artesanía en Aragón. Las tierras yermas y las abandonadas por sus antiguos propietarios musulmanes se repartieron a vecinos cristianos para su colonización. Al estar la tierra en gran parte cultivada por musulmanes en régimen de aparcería, su condición económica varió muy poco, ya que únicamente se había producido un cambio de dueño. Estos aparceros o «exáricos » entraron paulatinamente en vasallaje de los grandes señores, monasterios y órdenes militares.
A los mudéjares se les permitió seguir practicando la religión islámica, utilizar su lengua, mantener sus costumbres y a organizarse en comunidades denominadas aljamas o mererias con diversos grados de autogobierno.
Zwara seria ocupada por las tropas de Alfonso I el año 1118. Tras la conquista, la presencia de mudéjares se debió reducir significativamente, esto no ocurrió en las poblaciones cercanas. Esta despoblación en ocasiones se producía cuanto más importante era el rango que la localidad alcanzaba en la red urbana. Los mudéjares del pueblo -que pasaría a llamarse Azuara- pronto fueron desplazados por repobladores cristianos viejos , sobre la mezquita se construyo el palacio de Jaimen I que posteriormente se convertiría en Iglesia Parroquial.
Se sabe que en las poblaciones cercanas de Lagata, Letux, Belchite y Codo, durante 500 años después se conservaron importantes aljamas musulmanas.
En 1570, Azuara es citada por Juan Secas como aldea cristiano vieja, mientras que en Letux, Lagata, Almonacid, Codo o Belchite, la población morisca se aproximaba al millar de personas en cada población.

Jose Román Roche Nebra
Fuentes:
La reconquista del Valle del Ebro. José Luis Corral Lafuente
Población mudéjar en Aragón. M. L. Ledesma Rubio.
La Edad media en la Corona de Aragón. Andrés Gimenez Soler
Gran Enciclopedia Aragonesa
La represión del protestantismo en España 1.517-1648. Werner Thomas

miércoles, 7 de abril de 2010

POBLAMIENTO DEL TERRITORIO DE AZUARA (VII)

Recinto amurallado

Durante muchos años, los pobladores de Azuara se sintieron protegidos dentro de su recinto amurallado. Buena parte de la muralla, ha resistido a lo largo de cientos de años y hoy es un legado de quienes la construyeron, para que no olvidemos la historia y el origen de nuestro pueblo.

Fue durante toda la Edad Media cuando ciudades y villas se protegieron rodeándose de murallas siendo los musulmanes los que más fortificaron.
En la Marca Superior, hasta la toma de Zaragoza por el califa Abderraman III en el 937, son muy escasos y breves los períodos en que esta zona permanece en su totalidad bajo la autoridad de los soberanos cordobeses. Desde el 850 al 950 la Marca Superior fue campo de batallas. Sus ciudades y regiones cambian continuamente de mano de acuerdo con los avatares de los enfrentamientos entre las distintas familias dominantes. Al poder central desde Córdoba, no le queda más remedio que legitimar situaciones de hecho siendo incapaz de imponer una delimitación territorial por él diseñada.
Es posible que la muralla de Azuara se construyera en el siglo IX, en ese ambiente de luchas entre musulmanes. Esta fortificación no procuraba, como las situadas en las fronteras, la defensa contra un invasor sino seguridad frente a un vecino.
Hay quienes dicen que la muralla de Azuara se construyo en siglo XIV, una opinión tal vez fundamentada en los enfrentamientos entre el Reino de Castilla y el Reino de Aragón. En 1.250 se levantaron murallas para fortificar la nuevas villas ante los enfrentamientos entre si de los ejércitos cristianos. En 1.356 estalló entre Castilla y Aragón una sangrienta guerra que duró diez años, conocida como la guerra de los dos Pedros. Ninguno de los dos reinos gano la guerra.

Si la muralla fue construida en el siglo IX o lo fue en el XIV, es algo que quizás no lleguemos a saber, pero no nos equivocaremos afirmando que sus restos, junto con la ermita San Nicolás, son la memoria más importante de época medieval que se conserva en nuestro pueblo.

Las ciudades de importancia contaban con un núcleo bien amurallado. La mayor o menor fortaleza, así como el mejor avituallamiento dependía de la mayor o menor riqueza del municipio y del mayor o menor riesgo que corría. Por alguna razón, Azuara tuvo suficiente importancia, para que su espacio fuera amurallado.

La existencia de una atalaya se complementaria con la defensa amurallada. Si hacemos caso del topónimo, sobre los restos de Belikiom, en el llamado “piquete la Atalaya”, hubo un puesto de vigilancia en época musulmana, ya que atalaya es nombre árabe que sirve para definir una torre aislada de la ciudad, o aldea, construida en lugar elevado para vigilar un territorio. Desde la Atalaya el vigilante da aviso de lo que ocurre por medio de señales de fuego o de humo comunicando la presencia de enemigos en la zona para la seguridad de la población.

Los recintos amurallados aumentaban el número de puertas con la importancia de la ciudad. Las ciudades pequeñas tenían a veces tan sólo una puerta ya que era más favorable para su defensa por ser las entradas lugares débiles de la muralla, sobre los que se solían concentrar los ataques de los asaltantes. Toda la vida de comunicación con el exterior, se canaliza a través de las puertas abiertas en la muralla, en las que se iniciaban los caminos que conducían a los principales núcleos urbanos más próximos: por el Norte con Fuendetodos, por el Este con las aldeas del Río Aguas Vivas y Belchite, por el Sur cruzando el río hacia Moyuela y Oeste por el camino del molino hacia Herrera.
En los recintos amurallados, las puertas se cerraban de noche y la ciudad quedaba incomunicada con el exterior. Todas tenían su guardián, que estaba obligado a abrirlas y cerrarlas a las horas convenidas. Otra de las funciones básicas de las puertas, además de su carácter de entrada fortificada, es que cumplían una función fiscal, pues en ellas se cobraba impuesto por casi todas las mercancías que ingresaban en la ciudad y a veces por las que salían.

La muralla de Azuara circundaba la población con un perímetro de 1,5 km. dejando un 40 o un 50% de su solar sin edificar dedicado a eras y zonas donde guardar el ganado. Las viviendas ocuparían el resto del recinto amurallado con edificaciones en la calle La Parada y Callizo Malta al abrigo de la muralla y la calle Mayor a ambos lados, calle Joaquín Costa y Callizo Meca.

Plano urbano de Azuara
La dimensiones de nuestra muralla eran de 1,5 km. de perímetro, 5m. de altura y 2m. de grosor. Es probable que tuviera torres, cuya misión era vigilar los puntos débiles que eran las puertas de entrada de la fortificación.
Construida con la técnica de tapial, la muralla se eleva sobre un zócalo de 60 cm. de alto construido con grandes piedras de río que sirve de cimentación y aislamiento del suelo. La técnica constructiva consistió en instalar un cajón de tablones de 3,5 m. de largo por 1,50 m. de alto apoyado sobre la base de mampostería. El material de relleno es tierra arcillosa con algo de piedra menuda añadiéndole algo de agua y apisonando, a la vez, se añade mortero de cal con gravas aplicado a la parte de las tablas del cajón quedando unido en el proceso de apisonado, produciéndose un flujo de lechada que una vez desmontando el cajón quedara al exterior de la muralla, lo cual produce un acabado más fino y liso formando una costra resistente de 10 cm. de grosor. Cada vez que se instala de nuevo el cajón a diferente altura, se extiende horizontalmente una hilada de piedras gruesas en lo que sera la base del siguiente relleno dándole una mayor fuerza a la obra construida. El remate del muro solía hacerse de forma de plano inclinado para protegerlo de la erosión de lluvia.

No parece que la muralla de Azuara fuera destruida por ejércitos enemigos, sabemos que ha sido derribada por los propios azuarinos desde hace muchos años y hasta la actualidad. Este tipo de destrucción del patrimonio podemos atribuirlo a la costumbre histórica de reutilización de materiales y ocupación de espacios que se ha dado en todos los lugares a lo largo de la historia. Práctica que hoy día debe ser prohibida por tener estas construcciones un valor patrimonial que hay que conservar.
Es cierto el dicho, de que solo se protege aquello a lo que se le da valor y evidente el hecho, de que ningún alcalde de Azuara ha sabido valorar nuestra muralla para protegerla. Estoy hablando de los últimos 60 años en los que se derribaron dos portales y no era necesario, también varios tramos de muralla, el último durante el año 2009.

La recuperación de la muralla seria un proyecto muy importante para Azuara. En total existen 100 m. de muralla lado Norte fácil de restaurar y 50 m. siguiendo en dirección Este formando un ángulo recto, además otros pequeños tramos importantes que permiten ver la continuación. Una recuperación acompañada de interpretación de la muralla situándola en su contexto histórico y explicando su técnica constructiva seria una aportación al patrimonio histórico cultural muy importante para los vecinos y para incorporar al circuito de turismo cultural.

Ahora, la pregunta es: ¿habrá algún alcalde que tome YA esta iniciativa?


Jose Román Roche Nebra
Fuentes:
Las puertas del recinto amurallado de Palma del Río. Rafael L. Nieto Medina
Materiales y técnicas constructivas en la arquitectura andalusi. Rabie Zahran