jueves, 27 de mayo de 2010

POBLAMIENTO DEL TERRITORIO DE AZUARA (IX)


Persecución y expulsión de los moriscos.


Tras la ocupación de Azuara por los ejércitos cristianos en 1118, continuaría buena parte de población mudéjar conviviendo con cristianos viejos durante cerca de 400 años. En 1502 fueron obligados por decreto a convertirse al cristianismo pasando así a denominarse moriscos. El morisco es el mudéjar bautizado.

"Se vieron forzados a acudir a la pila bautismal obligados por la monarquía quien les propuso recibir el bautismo o abandonar España. A partir de la recepción de las aguas bautismales, el término mudéjar es suplantado por el de morisco, nuevo convertido, nuevo bautizado o cristiano nuevo. Los moriscos se ven obligados a abandonar incluso su nombre, el apellido y el eventual sobrenombre de origen árabe se hallaban amenazados, de esta forma los legisladores intentan borrar todo signo de identidad musulmana".
“La expulsión de los moriscos supuso la ruptura definitiva de la convivencia social y el final de una larga etapa histórica. A principios del siglo XVI el enfrentamiento religioso entre cristianos viejos y nuevos se hizo muy patente. El rechazo de estos últimos a ser cristianos y la ineficacia de los esfuerzos eclesiásticos para asimilar a los infieles a través de la predicación, la catequesis, el bautismo obligado, la vigilancia constante, los procesos del Tribunal de la Inquisición, o incluso la dispersión geográfica, condujeron inevitablemente al exilio forzoso de los moriscos”.

"En Aragón, económicamente, todos los sectores se vieron afectados por la expulsión. Las tierras trabajadas por los moriscos quedaron yermas, siendo recuperadas muy lentamente. Durante los primeros años de la salida se podían contemplar pueblos y términos enteramente abandonados o semiabandonados. La industria artesanal aragonesa de la época perdió un mercado, sufriendo la correspondiente contracción. Determinadas especializaciones controladas por los expulsados estuvieron a punto de desaparecer, y sólo después de un largo tiempo fueron recuperadas.
La ruina afectó especialmente a los acreedores de los moriscos y de sus señores. Un número nada despreciable de personas, instituciones y fundaciones que vivían de estas rentas perdieron su medio de vida. Estos rentistas, que constituían una parte de lo que hoy llamaríamos «clase media», quedarían arruinados con todas las implicaciones sociopolíticas que tal hecho lleva consigo. La expulsión representó un fuerte empobrecimiento para el reino aragonés”.

Los señores, perjudicados por la expulsión de los moriscos, traspasaron las cargas del trabajo a los nuevos pobladores, quienes las sobrellevaron con más o menos éxito”.
Algunos historiadores afirman que sobre 1620 el 30% de los habitantes en Aragón eran repobladores de origen frances, dos ejemplos los apellidos Gascón y Roche .

“En 1526 se prohibió el uso del árabe, tanto escrito como oral, aunque éste siguió tan vivo que, en la mayoría de las veces, era requerida la presencia de intérpretes.
La lengua de los moriscos fue siempre considerada por los cristianos un obstáculo para su conversión completa, pues les permitía el contacto secreto con otros musulmanes. Para quienes la usaban era una forma de resistencia y fidelidad a sus orígenes y su fe. Practicar el árabe significaba afirmar su propia identidad y oponerse completamente a todas las tentativas de cristianización".
"Los mudéjares aprendieron la lengua romance poco a poco, a finales del siglo XVI prácticamente la totalidad de los moriscos eran bilingües, si bien su lengua propia, la que usaban espontáneamente, era el árabe. Así ocurría incluso entre los tagarinos ("fronterizos" en árabe), que era como llamaban a los moriscos que se criaban entre los cristianos viejos, por lo bien que hablaban ambas lenguas".
De 1502 a 1609, habian pasado dos generaciones de cristianos nuevos (moriscos), cuando Felipe III firma el decreto de expulsión, "alrededor de 300.000 españoles (el 4%) se vieron obligados a abandonarlo todo por el mero hecho de ser cristianos nuevos. Esa expulsión equivaldria en la actualidad a la expulsión de unos dos millones. Las consecuencias demográficas y económicas de su expulsión fueron graves y en algunos casos catastróficas (como en los reinos de Valencia y Aragón, donde constituían la tercera y sexta parte de la población, respectivamente), y en general una pérdida sustancial de vitalidad económica y demográfica para España".
Pedro Aznar de Carmona (1612), describe la salida al destierro de los moriscos aragoneses: «Salieron, pues, los desventurados moriscos en orden de procesión desordenada, mezclados los de a pie con los de a caballo, yendo unos entre otros reventados de dolor y de lágrimas, llevando grande estruendo y confusa vocería, cargados de sus hijos, mujeres y enfermos, y de sus viejos y niños llenos de polvo, sudando y carleando, los unos en carros apretados allí con sus personas, alhajas y baratijas; otros con cabalgadura con extrañas invenciones y posturas rústicas, cada cual con lo que tenía. Unos iban a pie, rotos, mal vestidos, calzados con una esparteña y zapato, otros con sus capas al cuello, y otros con envoltorios y líos... Entre los sobredichos de los carros y cabalgaduras (todo alquilado...) iban de cuando en cuando (de algunos moriscos ricos) muchas mujeres hechas unas devanaderas, con diversas patenillas de plata en los pechos, colgadas de los cuellos..., y con colores en sus trajes y ropas, con que disimular algo el dolor de corazón. Los otros que eran más sin comparación, iban a pie, cansados, doloridos, enojados, perdidos, tristes, fatigados, sedientos y hambrientos, tanto que ni les bastaba el pan de los lugares, ni el agua de las fuentes, con ser tierra tan abundante, y con darles el pan sin límites de su dinero...».

"Los moriscos españoles se desperdigaron por el Mediterráneo, e incluso por el continente americano y el África subsahariana (como Yuder Pachá, originario de Almería, y cuya influencia política y cultural llegó hasta Tombuctú), pero donde sin duda se instaló la mayor parte fue en la costa magrebí (Marruecos, Argelia y Túnez). Allí llevaron su rico componente cultural español, su sabiduría agrícola y ganadera, su patrimonio artístico, sus apellidos hispanos, y sus huellas quedan hasta hoy día visibles.Sin embargo, su adaptación no fue fácil. El desarraigo y las dificultades para acostumbrarse a un mundo muy distinto del que venían les llevó tiempo y esfuerzo. Y no siempre fueron bien recibidos. Ellos eran españoles, y su lengua, costumbres, modo de vida e incluso práctica religiosa (unos se habían convertido en verdaderos cristianos y los que habían conservado secretamente su vínculo con la fe islámica la practicaban de manera más simple o imperfecta) distaban mucho del medio norteafricano al que llegaban deportados".

Trevor J. Dadson (hispanista ingles) investigó lo ocurrido desde 1502 -fecha en que los Reyes Católicos ordenan la expulsión de los musulmanes adultos de Castilla y León que no aceptaran convertirse al cristianismo- hasta inicios del siglo XVIII en Villarrubia de los Ojos, un pueblo de la provincia de Ciudad Real. Según el hispanista, "la mitad de los habitantes de esa localidad manchega eran moriscos totalmente asimilados hasta el punto de que la presencia de la Inquisición allí fue casi nula. Entre ellos había no sólo agricultores o artesanos, sino que algunos llegaron a ser regidores, maestros, médicos, dentistas, soldados, escribanos y hasta presbíteros. Hubo quienes mandaron a sus hijos a estudiar a Alcalá (de Henares), de donde salieron de veinte a treinta licenciados. Yo mismo pude comprobarlo por sus nombres y apellidos en las matrículas de esa Universidad', añadió. Del grado de asimilación da fe -según Dadson- el hecho de que el sistema local de justicia estuviese prácticamente en manos de moriscos, entre quienes había también arrendadores y mayordomos de rentas, y eran así lo más parecido al tipo de clase media que podía encontrarse en aquella época en un ambiente rural. Al mismo tiempo habían castellanizado sus nombres, según se comprueba al seguir sus árboles genealógicos, y así un tal Alí de Yébenes pasó a llamarse Alonso de Yébenes, un Mahomed Torredoro recibió el nuevo nombre de Juan Torredoro mientras que Alí de Mariota fue rebautizado como Pedro López de Mariota. No obstante esa integración, llega a tierras manchegas desde la Corte la orden de expulsión, algo que ocurre en 1611, dos años después de las primeras expulsiones de moriscos de Valencia, y a esa medida se resisten tenazmente los moriscos de Villarrubia como muchos de sus convecinos cristianos viejos, que los apoyan. Finalmente son llevados por la fuerza por Burgos y Vitoria hasta el sur de Francia, de donde, sin embargo, regresan todos ellos rápidamente, explica Dadson, según el cual en mayo del año siguiente se procede a una segunda expulsión, esta vez al norte de Africa, pero muchos de ellos vuelven a escapar antes de llegar al puerto de Cartagena para embarcarse y el resto regresa por otras vías. En 1613 se produce un tercer y último intento de expulsión, con idénticos resultados negativos, hasta que en 1614 el Rey y el duque de Lerma deciden que ya está bien, y los dejan en paz, afirma el hispanista, quien precisa que aquellos moriscos hacen uso entonces de sus conocimientos legales y recurren a los tribunales para recuperar sus casas y sus otras propiedades. Dadson se muestra en cualquier caso convencido de que Villarrubia no fue una excepción sino que en otras partes de la Mancha, del Campo de Calatrava y Extremadura, zonas de baja densidad de población y con importantes comunidades de moriscos a principios del XVII, ocurrió exactamente lo mismo.
Antes de la expulsión, los musulmanes sufrieron una persecución feroz, que incluía la prohibición del culto musulmán, el cierre de mezquitas, la quema de libros, la prohibición del sacrificio halal, la prohibición de la lengua árabe, la del entierro según el rito islámico, la de la circuncisión y la de utilizar determinadas vestimentas. También se les prohibió desplazarse sin permiso y llevar armas, y además se les obligó a cortarse el pelo de una forma determinada y a llevar el sambenito, un trapo amarillo en la manga que los distinguía y hacía blanco fácil del fanatismo.
Las consecuencias de la desobediencia no eran menos brutales: condenas a galeras de por vida, torturas, quema de personas por el mero hecho de ser musulmanas, robo de niños para que fueran criados como cristianos (una práctica validada por san Juan de Ribera). Una política de Estado que buscaba la erradicación del islam y la uniformidad religiosa de España.
Una de las formas que los cristianos tenían de detectar a los moriscos era por la higiene. Los acusaban de que se lavaban una vez a la semana, los viernes, y que incluso lo hacían en diciembre; frente a los cristianos que huían el baño. Parece ser que el tiempo le ha dado la razón a los moriscos y que sus costumbres son ahora las nuestras. Ellos cocinaban con aceite de oliva, mientras que los cristianos lo hacían con tocino; comían muchas frutas y verduras, usaban perfumes y vestían ropas de colores vivos", dice el historiador.

Se calcula que hoy, hasta cuatro millones de descendientes de los moriscos viven en países norteafricanos, como Marruecos, Argelia, Túnez, Mauritania, Mali y Libia.
¿HUBO EXPULSIÓN DE MORISCOS EN AZUARA?
Mari Carmen Ansón en su libro “Noticias sobre Azuara en el siglo XVII” dice: “es posible que la expulsión morisca no le afectase demográficamente hablando, muy negativamente. Apoyo esta opinión en el hecho de que entre los pueblos de moriscos recogidos en la relación hecha por Marqués de Aytona para llevar a cabo su expulsión, no he encontrado el pueblo de Azuara. Tampoco lo recoge como “pueblo de moros” el recuento de fuegos de 1495, ni los autores Lapeyre, Reglá, Lea o Dominguez Ortiz lo citan entre los pueblos despoblados por la expulsión de 1610. Si reseñan en cambio sus pueblos vecinos, Letux, Lagata Belchite, pero no Azuara”.

Yo quiero añadir, que como en el caso de Azuara sucede lo mismo con otros pueblos de Aragón de mayor población con antecedentes moriscos, dos ejemplos: “inexplicable la no constancia de moriscos en Alcañiz” (Pita Mercé) y aquí en la comarca además de Azuara tampoco se cita a Almonacid como pueblo de moriscos expulsados. En los datos de expulsión de moriscos en 1610 aparecen citados Fuendetodos con 105 expulsados, Letux 650, Lagata 705, Codo 805 y Belchite 1550.
El historiador R. Viruete Erdozáin en el libro de la Comarca de Belchite hace referencia al fogaje del año 1495 en el que se dice que las comunidades musulmanas estaban asentadas en Belchite conviviendo con cristianos y concentrados en Codo, Lagata y Letux.
Es una incógnita si había o no moriscos en Azuara en 1610 y si los hubo seguramente fueron también expulsados.
En algunos pueblos de Aragón las expulsiones afectaron al 80% de sus habitantes.
Video documental:

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20091228/documental-debate--explulsion-moriscos/657676.shtml

Jose Román Roche Nebra

Fuentes. Artículos de:
Gema Martín Muñoz
y Mario Virgilio Montañez
Azuara en el siglo XVII. Mari Carmen Ansón
Los moriscos de Villarrubia de los Ojos. Trevor J. Dadson (EFE)
Traslados y expulsiones. (Cuaderno de una exposición en Granada).Gran Enciclopedia Aragonesa