EL ORIGEN
Azuara. Vista
general desde el yacimiento celtíbero de Beligiom. En primer término la iglesia
de La Piedad y más a la derecha el Ayuntamiento Viejo. Al fondo, entre los
pinos, la ermita de San José.
La villa de Azuara (Campo de Belchite) se
asienta en una plataforma poco elevada al norte del río Cámaras, afluente del
Aguas Vivas.
Al sur del casco urbano y al otro
lado del río, se encuentran las ruinas de la ciudad celtíbera de Beligio o
Belikiom. Pertenecía al pueblo de los belos, cuyas principales ciudades eran,
además de Belikio, Bilbilis, Kontebakom Bel, Nertóbriga, y su capital Sekaiza.
Debió despoblarse hacia el año 70 AC tras las Guerras Sertorianas, trasladando
su función urbana a Belia, a 8 km, la nueva ciudad fundada por Roma en el
actual santuario del Pueyo, en Belchite. A juzgar por el
bronce de Contrebia, y la cercana presa de Almonacid, que fue construida por
los romanos para suministrar agua a Belia, posiblemente conocían la agricultura
de regadío. El poblamiento romano debió ser disperso con explotaciones
agrícolas tan relevantes como reflejan las excavaciones de la villa romana de
La Malena, muy próxima al casco urbano.
Azuara debió recuperar su función
urbana durante el periodo andalusí. Alguna leyenda y varias evidencias así lo
atestiguan. En la memoria colectiva de los azuarinos está quelos moros
llamaban al pueblo la ciudad de Gualdrapa. Esto refleja que Azuara debía ser
algo más que un pueblo antes de ser conquistada por Alfonso I, hecho que los
nuevos pobladores cristianos mantuvieron en su ideario colectivo para remarcar
su importancia frente a la cercana ciudad de Belchite, que durante siglos había
“usurpado” a los azuarinos su relevancia de cabecera comarcal. Por eso, tras la
conquista aragonesa de Saraqusta, Azuara no se adscribió, como hubiese sido
lógico, a la cercana ciudad de Belchite, que contaba con su propio distrito,
sino que junto a gran parte del distrito de Zaydun pasó a depender de la
importante ciudad de Daroca, más tarde constituida en la Comunidad de aldeas de
Daroca.
Las evidencias corroboran la
leyenda. Un potente recinto amurallado oculto o camuflado por casas y corrales
junto con edificios zagríes tuneados para usos cristianos: la
ermita de San José, una de las torres laterales de la iglesia de la Piedad y
posiblemente el antiguo ayuntamiento. Además, los árabes dieron nuevo nombre al
pueblo, ya que Belchite se había apropiado del antiguo nombre celtíbero.
Las fuentes árabes conservadas no
mencionan nada relacionado con el actual topónimo por lo habrán de analizarse
diferentes voces que pudieron dar lugar al topónimo Azuara.
Como se ha dicho, se cree que los
moros la llamaron Gualdrapa. Al ‘Udrí, historiador y geógrafo del s. XI, cita
en su obra dos veces una ciudad, GARAD.S o GALWADA, que guarda cierto parecido
con GUALDRAPA. La primera la menciona en el camino de Córdoba a
Zaragoza entre Tirwal (Teruel ) y Qalamusha (Calamocha). La segunda la incluye
en el IQLIM o comarca agrícola de Zaydun, el mismo iqlim en donde estaba
Azuara. Además dice que muy próximo a ella nace el río Jiloca. Esta
precisa descripción geográfica la sitúa en la actual Monreal del Campo y
descarta que Gualdrapa pudiera ser una malformación de Galwada. (http://sites.google.com/site/zagralandalus/mapas-zagries).
La primera mención de la villa es de 1192
con el nombre de Zoara. El topónimo Azuara es muy similar al de Zuera,
que es ya mencionada en 1148 como Zohera y también como Zofera, por lo que
pudiera pensarse que Azuara y Zuera provienen de misma voz, con y sin artículo.
Sabemos que Zuera era la AS-SUXAYRAth árabe (“Peñica” diminutivo de
SAXRAth, “peña”). El sonido x (la jota española suave) viene al aragonés como
hache intercalada o mas corrientemente como efe; por eso los aragoneses la
llamaron Zohera o Zofera. En cambio, Zoara, sin hache, no pudo provenir de
Suxayra, por lo que también hay que descartar esta etimología.
Muralla (foto Rubén López)
Lo propone Juan F. Utrilla, al
exponer la etimolgía arábiga de muchos de los pueblos de la comarca:
”…Almochuel (¿ibn Manchuel, ‘el descendiente del Mochuelo”, apodo romance), Azuara
(Zuwara) y Letux (Yegg Lettoreg) son también indicativos de su ocupación
andalusí. Cuatro de estos topónimos, Nepza, Letux, Lagata y Azuara nos mueven a
formular la hipótesis de que en la región se produjeron asentamientos tribales
beréberes –tribus de los Nafza, Letoregg, Luwata y Zuwara–, clientes de los
Omeyas, e instalados en la segunda mitad del siglo VIII para controlar la
propia madina de Zaragoza y su entorno. Se trataba, sin duda, de asentamientos
estratégicos que dominarán además, y mediante la instalación de grupos clánicos
afines –como los Banu Gazlun y Banu Amira, pertenecientes también al clan
Nafza, e instalados en las cercanas tierras de Teruel y Villel, o los Banu
Razin, asentados en la Sahlah–, el corredor que unía Zaragoza con Valencia, a
través de la ruta secundaria Belchite- Montalbán-Teruel, y enlazaba con el eje
Molina-Guadalajara-Toledo. “ (El Campo de Belchite en la Edad Media
s.VIII-XV: del poblamiento musulmán al cristiano. Juan F. Utrilla Utrilla).
Desechadas las dos primeras
acepciones, la tercera, el topónimo Zuwara, también presente en una ciudad de
la Tripolitania libia, sería la palabra beréber arabizada que dio origen al
nombre de la villa de Azuara.
LOS EDIFICIOS CONSERVADOS
El único resto que se creía
conservado de la época andalusí es la lauda sepulcral musulmana hallada
por mosén José Gorbea junto a la ermita de San Nicolás en 1912 y conservada en
el museo de Zaragoza.
Está fechada en 402/1011, de piedra
caliza tallada. Dice:"Oh gentes! Las promesas de Dios son verdad:
no os deslumbre la vida presente ni os ciegue en las cosas de Dios la ilusión;
éste es el sepulcro de Nasar, hijo de Abd al-Rahman, Dios le haya perdonado:
murió el día [...] del més de Muharram, año dos y cuatrocientos" (traducido
al español por Francisco Cordera Zaidín).
Muralla (foto J. Román Roche).
Portales de S. Miguel, La Purísima y
Barrio Bajo.
Ocultas por los edificios del pueblo,
Azuara conserva gran parte de sus murallas medievales, especialmente al norte y
este del casco antiguo. Las puertas de la ciudad, transformadas mas tarde en
portales dedicados a santos, fueron derribadas, aunque se conservan imágenes de
alguna de ellas. El arco de San
Nicolás desaparece en el s. XVIII en extrañas circunstancias; el portal de San
Miguel, situado junto a la cabecera de la iglesia y la antigua posada, se
derriba durante la guerra civil para dar paso a lo camiones del bando
sublevado. A mediados del s. XX , cuando los tractores empiezan a sustituir a
los carros, se derriban el portal de la Purísima o de Fuendetodos, y el
de Nª Señora del Buen Suceso o del Barrio Bajo. El Ayuntamiento, con el
beneplácito de Antonio Beltrán enviado por la Diputación de Zaragoza, acordó la
demolición por “comodidades de la villa”.
A pesar del inequívoco nombre árabe
de la villa, y como es habitual en todo Aragón, los historiadores no
contemplan, y menos admiten, que alguno de los edificios más importantes del
pueblo sean anteriores a la conquista cristiana. Por esa razón siempre se ha
pensado que, sin fundamento documental alguno, las murallas son del s. XIV, sin
explicar cual era la necesidad de construir un recinto militar tan potente en
una población situada en el interior de Aragón.
Son de tapial, con las juntas de las
tapias del encofrado visibles, y muy similares a las murallas andalusíes de
Daroca. Azuara pertenecía al IQLIM o comarca agrícola de Zaydun, en la parte
meridional de Zagr-Alandalús fronteriza con el territorio de As-Sahla con
capital en Albarracín. La creación del reino de Saraqusta en el s. XI, el más
importante y dinámico de Alandalús, con un extraordinario crecimiento
demográfico y económico, llevó a sus emires a fortificarlo en especial las
comarcas fronterizas, no sólo con los cristianos sino también con los
musulmanes. De esta época es el conjunto fortificado de Calatayud, uno de los
más extensos conservados en España y también situado en la frontera con el
reino de Toledo. Así pues, lo más probable es que las murallas de Azuara se
levantasen en el s. XI, cuando Azuara estaba en los confines del reino de
Saraqusta.
Situada en un alto que domina la
población en el lado opuesto del cabezo de La Atalaya, que guarda las ruinas de
Belikiom, la ermita de San José es en su mayor parte una construcción de
Zagr-Alandalús. Se trata de un edificio de una nave separada por arcos fajones
ojivales y cubierta de rollizos de madera a dos aguas. A los pies y en su eje
tiene una torre de ladrillo, desmochada, que forma parte del programa
constructivo de la nave.
En la cabecera, el presbiterio, de
una volumetría que nada tiene que ver con la nave, se construyó a finales del
s. XV con la intención de proseguir en fases sucesivas a costa de ir derribando
la nave de la vieja ermita, cosa que no llegó a suceder. Esta programación de
sustitución por fases de un edificio musulmán antiguo por otro más moderno
cristiano, se detecta en un gran número de edificios medievales, como lo hemos
estudiado en los casos de San Pedro de Alagón y Santa María de Tauste, por no
hablar de La Seo de Zaragoza.
El emplazamiento en una colina sobre
el pueblo amurallado permite deducir el origen militar de esta construcción.
Pudo ser un castillo, pero parece más probable que fuese un ribat o
una zawiya, o sea una fortaleza monástica. En Alandalús se
desarrolló el monacato de forma parecida y paralela a la Europa cristiana, con
instituciones religioso-militares semejantes. Se trataba de mezquitas
monásticas, en donde se daba instrucción y alojamiento y se enseñaba
disciplina. La nave y torre actuales formaban parte de un programa más complejo
que no se ha conservado. La última y reciente demolición, la casa del
santero, ha impido conocer mejor su estructura original y su
probable adscripción a este periodo.
Según el
historiador Lorenzo Padilla, hacia el año 800 los Aglabies de Kairuán
son los que crean los primeros ribats. Sus antecedentes proceden de las
fortalezas con que los príncipes bizantinos cubrían las fronteras del litoral
en sus puntos más vulnerables: ciudades fortificadas, ciudadelas, reductos y
puestos o torres de vigía. Según Ibn Jaldun pasaban de diez mil las fortalezas
hechas de cal y canto y provistas de puertas de hierro. Esta cifra es evidente
que es un tanto exagerada, debe de comprender los ribats, como cuerpos de
guardia y torres de señales. Ya es a finales del s.XI cuando llaman la atención
del geógrafo el-Ya´qubi en el trayecto entre Sfax a Bizerta estos “castillos
muy próximos unos a otros donde residen gentes piadosas y morabitos”. El
término zawiya, con un significado sinónimo al de “ermita de un santo”, tiene
su aparición en el Magreb a partir del s.VIII y de aquí pasara a Andalús;
zawiya es en Occidente lo mismo que en Oriente aparece designado como ribat y
janaqa, siendo su función la de alojar a necesitados y viajeros. El surgimiento
y desarrollo de estas comunidades religiosas tienen relación con una figura
relevante: el santón, que son aquellos que han alcanzado la gracia de Dios y
que son puente para trasmitirla al resto de los hombres. (http://www.arqueologiamedieval.com/articulos/75/el-ribat-institucion-espiritual-y-militar)
EL ALMINAR DE
LA IGLESIA DE LA PIEDAD
Las murallas y la ermita de San José no
son los únicos edificios que se conservan de Zagr-Alandalús. La iglesia mudéjar
de Nuestra Señora de la Piedad conserva al menos una de sus torres del edificio
que la precedió. Miguel Pinilla la ha estudiado: “A pesar de estar
aparentemente integrada en el conjunto del edificio hay un elemento en la
fábrica mudéjar que llama la atención. Se trata de la torre-contrafuerte
situada en el lado del evangelio, junto al crucero barroco. En planta tiene
mayor dimensión que las otras tres, estando alineada interiormente con ellas y
sobresaliendo hacia el exterior...Todas estas hipótesis se ven reforzadas si
además se observa la orientación del eje de la iglesia en dirección S.O.-N.E.,
orientación que no viene impuesta por condicionantes topográficos o de falta de
espacio, sino seguramente, de reutilización del solar (y del alminar) de la
antigua mezquita orientada al S.E. (El alminar de Azuara)
* Agradezco a los azuarinos Rubén López y José Román
Roche los datos facilitados para la elaboración de esta página.
Javier Peña Gonzalvo. Arquitecto