Se cuenta que durante décadas (desde hace al menos 70 años) grandes sillares, trozos de mármol y otros “peculiares” restos aparecían en los campos cerca del Paso Monroy y del paraje de Santa María. Dice la leyenda que en aquella zona se levantaba la ermita de Santa María Magdalena, porque ¿qué otra construcción antigua podría contener ese tipo de materiales?
Pues resulta que era algo mucho más antiguo, algo anterior incluso a la llegada del cristianismo a estas tierras, algo de hace 19 siglos, si… más de ¡1900 años!
Con la llegada del siglo XX las labores del campo se fueron mecanizando, se paso del uso del arado romano (usado casi sin cambios desde hace 20 siglos) al uso de tractores cada vez más y más potentes que excavaban la tierra más profundamente y desgarraban una y otra vez esos restos todavía invisibles. Sin embargo, algunos vecinos del pueblo defensores del patrimonio cultural sospecharon que aquellas tierras escondían algo más grande y más antiguo que una ermita.
Un guiño del destino hizo que estos vecinos interesados en rescatar el patrimonio cultural de Azuara tuviesen como amigo al Arqueólogo José Luís Ona Gonzalez (apodado “Lerín”), que además en aquellos tiempos (finales de los 70-inicios de los 80) vivió alguna temporada en el pueblo.
La primera misión de El Arqueólogo (en noviembre de 1986) fue impedir junto con los vecinos José Antonio Fleta y JoseRoman Roche la destrucción de las pinturas de San Nicolás. La rápida actuación de éstos paralizó el cubrimiento con yeso de las pinturas intentado por un ayuntamiento muy mal aconsejado. Hubo suerte. Patrimonio Cultural de la DGA paralizó las obras en el interior de la ermita y se procedió a restaurar de inmediato las pinturas. Pero amigos, la misión más importante de El Arqueólogo en Azuara estaba por llegar.
Unos días después de paralizar las obras en la ermita para salvar las pinturas, los vecinos Ricardo Aina, Javier Gimeno, José Antonio Fleta, José Román Roche y El Arqueólogo, fueron de excursión para ver los restos medievales de La Portillada, de vuelta localizaron unos sillares y otros restos materiales que El Arqueólogo dijo eran de origen romano. De hecho, con mucho ojo (y también algo de suerte) encontró una pequeña moneda romana incrustada en un sillar. Atando cabos se localizó el lugar aproximado donde, bajo tierra, se encontraba el origen de esos restos. Tanto el propietario de ese campo, Santiago Corzán, como Herminio Lafoz (Jefe de Servicio de Patrimonio, DGA) dieron su permiso verbal para la realización de una primera cata de comprobación. Tras unas horas de cavar aquí y allá…Voila, allí estaban, ¡MOSAICOS! Se trataba de una VILLA ROMANA, que no había visto la luz en muchos siglos. A solo 2 kilómetros de nuestras casas y 35 centímetros de la superficie reposaba una de las villas romanas con mejores mosaicos de la península ibérica, esperando durante siglos a ser encontrada. Informado de los resultados positivos el Jefe de Servicio de Patrimonio, se procedió a planificar una intervención en toda regla. Pero eso, amigos, es ya otra historia.
Hay que agradecer la dedicación voluntaria y profesionalidad del Arqueólogo José Luís Ona Gonzalez y la acción de los vecinos que participaron activamente en la localización y descubrimiento del yacimiento, porque nos dieron la oportunidad a todos nosotros de reclamar hoy en día la puesta en valor del gran yacimiento de la Malena.
Juntos lo conseguiremos. ¡Si se puede!
Fuentes: José Luis Ona (Lerín), José Antonio Fleta y JoseRoman Roche
1 comentario:
Entre los vecinos que se preocuparon del descubrimiento de La Malena se encuentra tambien Pedro Soro que participo pidiendo permiso y colaborando en el descubimiento el 16 de noviembre de 1986, junto con los trabajadores del Ayuntamiento que realizaban unas catas en la Ermita de San Nicolas
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