Nuestro patrimonio cultural no solo es el yacimiento arqueológico de la villa romana (hoy enterrado), o Belikiom que oficialmente no existe, o nuestras ermitas e iglesia, la muralla, o la nevera... también tenemos otro patrimonio cultural rural muy diverso que se manifiesta en la arquitectura popular lleno de valores vinculados a la actividad agraria, elementos que en tiempos fueron destinados a cubrir necesidades básicas y de autosuficiencia, como pajares, eras, molinos, casetas, parideras, balsas o huertos. Y por supuesto la arquitectura popular de casas, calles y rincones de nuestro pueblo, construcciones de innegable valor cultural, que cuentan la historia de Azuara. Es el patrimonio testigo y callado de quienes construyeron sin saberlo su historia con los medios que tenían a mano, patrimonio al que no se suele prestar la mínima atención.
Patrimonio cultural también es el laboreo de tierras que forma el paisaje de nuestro monte y nuestra huerta, lo caracteriza el minifundio con la existencia de esos márgenes llamados ribazos que son límites entre los campos arados y el ambiente natural. Esa vegetación de márgenes es más importante de lo que podemos pensar, aún con apenas poca masa vegetal es refugio de plantas y animales fundamentales en el mantenimiento de la diversidad biológica, pero ¿a quien le importa la diversidad biológica?. Tenemos el arbolado disperso en los bordes de las parcelas, plantaciones aisladas de almendros en el secano, o la arboleda en la ribera del río.
Hay que ver en las tierras de cultivo algo que va más allá del aprovechamiento agrícola, es el elemento paisajístico lleno de valores culturales que explican la actividad y la economía agraria. El paisaje agrícola nos muestra la relación del agricultor con la naturaleza, costumbres y tradiciones a las que antiguamente estuvo más ligado... ¿pero, a quien le importa todo esto?.
Hoy en el secano continúan predominando las parcelas de cereal manteniéndose como cultivo principal, se ven almendros, han desaparecido las viñas, se ha producido el abandono y derrumbamiento de casetas y parideras que hoy como están forman paisaje. En la huerta, gracias a ese minifundio, aun podemos ver paredes de piedra, balsas, ribazos y cañares que contribuyen a un paisaje peculiar. En la ribera del río a pesar de la desaparición de la mayor parte de chopos cabeceros, se mantiene cierta cantidad de arbolado, arbustos y plantas ligadas al entorno acuático como las junqueras y otras plantas menores. En la última década se ve claramente como se esta desarrollando bastante masa de arbolado y arbustos, probablemente debido a la escasa presión ganadera actual. Evidentemente faltan en el paisaje hombres y mujeres realizando labores agrarias, o caballerías tirando de carros y arados, elementos que se veían hace apenas 50 años. También se puede afirmar que el paisaje de Azuara, en general, no ha sufrido grandes modificaciones a lo largo del último siglo.
La zona de las eras es la más afectada por el paso del tiempo, con el derrumbamiento de los pajares. Dicha zona contiene una arquitectura de piedra y tierra que fue durante muchos años una importante infraestructura del mantenimiento de la economía campesina. Seria lamentable la desaparición total de estas edificaciones, tal vez dentro de unas décadas se construirán replicas de algunas de estas edificaciones de uso agrícola para contar que existieron, por ello es digno de elogio aquellas personas que mantienen en pie su viejo pajar evitando su derrumbe, o pequeños muros de piedra testigos del pasado.
Y finalmente, me atrevo a decir: no costaría mucho reconstruir los portales contando con los datos que tenemos de testimonios y fotografías que atestiguan como eran.
“Jamás se podrá entender como progreso aquel que solo sabe crecer desde las ruinas o la mutilación de su pasado”. (Rafael Cámara Expósito)
JoseRomán Roche Nebra
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